En Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio instauramos una frase para conmemorar la fecha internacional del orgullo LGBTI y es “Sin Memoria, no hay orgullo”. Y tras esta frase, nosotras queremos visibilizar a aquelles LGTBI que han sido vulnerados y violentados/as en sus derechos humanos como sujetos/as de derechos y que muchas veces, tras una aparente “alegría” por celebrar quienes somos, se olvida a las víctimas de este sistema heterosexual patriarcal, sobre todo a lesbianas y trans torturados/as y asesinados/as. Es una forma además de cuestionar la conmemoración que parte de una fecha internacional en que quienes iniciaron la revuelta no fueron precisamente hombres gays blancos, sino travestis y lesbianas, olvidadas y borradas de la historia oral.
No es casualidad. Dentro de las mismas comunidades de la llamada “diversidad sexual”, travas y camionas han sido invisibilizadas en su activismo, necesidades y demandas. Hoy en día, vemos a los medios de comunicación refiriéndose a “activista LGTB” cuando quieren referirse a algún activista destacado o cuando son asesinados/as. Por ejemplo “actriz LGTB” cuando es una actriz trans; activista LGTB cuando es una activista lesbiana…es extraño cómo se considera que tras esas siglas podemos visibilizarnos. Como activista lesbofeminista, ¿soy todas esas letras? O es otra forma de tratar con eufemismos lo que no se quiere nombrar? Y este no es un juego solamente de las comunidades de la denominada “diversidad sexual”, sino también del mismo paradigma político en el cual estamos instalados todos y todas.
Sin duda, hay otra línea que navega en el activismo y a eso le llamamos “disidente”, ya que no solo disiento de este sistema patriarcal y heterosexual, sino también de las políticas de “higenización” que muchas iniciativas pretenden instalar como prioridades a las comunidades, muchas veces derivados de círculos elitistas y privilegiados dentro de la misma “sopa de letras”, porque la mirada de clase y raza también debe estar presente en este debate. Sin duda, como Agrupación trabajamos en obtener derechos que pueden implicar caer en esta categorización. Por eso las especificamos con temáticas lésbicas que tienen relación con las políticas públicas inclusivas que en todo sistema político y con una nueva constitución construida por toda la sociedad, deberían estar presentes.
Estas temáticas las hemos ido identificando desde nuestras propias vivencias como lesbianas y activistas, ya que históricamente las organizaciones LGTBIQ+ (o aquellas conformadas mayoritariamente por hombres gays), no han resuelto su relación política con otras orientaciones o identidades, manifestando un total desconocimiento e indiferencia de las necesidades y demandas específicas de esta población, y cuando hay algún interés en acercarse a ellas, son sujetas de instrumentalización en una especie de marketing LGTB donde la marca de la institución parece pesar sobre otros intereses. Por ello, estas comunidades han debido conformar sus propios espacios de incidencia, adoptando esta estrategia para lograr ser incluidas con sus propias preocupaciones. Esto quedó de manifiesto por ejemplo cuando se llevó a cabo la legislación de la ley de identidad de género donde voceres trans quedaron totalmente invisibilizades en sus vocerías, incluso cuando se promulgó dicho cuerpo legal, en los medios no fueron protagonistas de la noticia, más allá de ser solo beneficiaries de la misma.
Las prácticas al interior de este movimiento deben ser reflexionadas y criticadas, a la vez que visibilizadas por las organizaciones, como la nuestra, que adoptan esta línea de trabajo de realizar incidencia con los poderes del Estado.
Nuestra estrategia de incidencia tiene relación con iniciativas legislativas principalmente, como exigir ser incluidas en proyectos de ley de violencia contra la mujer con una mirada interseccional; mirada inclusiva en la atención de salud sexual y reconocimiento legal de los hijos/as para aquellas compañeras que optan por la maternidad. Esto último no tiene relación con el denominado “matrimonio igualitario” propiamente tal, ya que exigimos el derecho de quienes optan por la maternidad a que sean reconocidas sus maternidades y sus hijos/as independiente de si establecen un contrato o no en sus relaciones. Es lo que denominamos como derechos de filiación, que en la actual legislación chilena solo está contemplada para parejas heterosexuales. Tampoco nuestra incidencia legislativa en este ámbito, se focaliza solo en la “adopción” como única vía para lograr la lesbomaternidad, sino que establece diversas modalidades, como aquellas derivadas de tratamientos de inseminación, o también, cuando provienen de alguna relación heterosexual donde no exista reconocimiento previo de un padre. Aquellas que se separan de sus parejas del mismo sexo y desean la tuición de los hijos, o también, cuando fallece la madre progenitora y el cuidado y tuición debe quedar a cargo de su pareja del mismo sexo, no de sus familiares, como sucede hoy en día, vulnerando el derecho de un niño o niña a estar con sus madres o padres.
Así mismo, en cuanto a políticas públicas propiamente tal, la Agrupación logró incluir en la modificación de la ley de femicidios local, todas aquellas violencias a las mujeres por “su orientación sexual, identidad y expresión de género”, lo que incorpora expresamente a las mujeres lesbianas (cisgénero y trans) y ayuda enormemente para que casos como el ocurrido a Nicole Saavedra, joven lesbiana asesinada el año 2016 por ser camiona y lesbiana, puedan tener un agravante mayor y los ataques contra nosotras, sean considerados como como femicidio. Este es un gran logro y demuestra la estrategia que hemos adoptado que es incidir en aquellos espacios en la que prevalece una visión única de vivencias heterocentradas donde se invisibiliza la diversidad de mujeres que somos.
En cuanto a la salud sexual, un área que ha incorporado muy lentamente las vivencias de mujeres lesbianas, hemos tenido que recurrir a estrategias de campañas de auto cuidado para nuestras comunidades ante la inexistencia de estas políticas desde el gobierno. Además brindando nosotras mismas charlas y capacitaciones a centros de salud comunitarios, a funcionarios y funcionarias del mismo Ministerio de la salud, o a matronas en hospitales, donde el mismo interés de ellas y ellos por incorporar esa mirada, ha ayudado a que se mejoren ciertos estándares.
Nuestra agrupación comenzó como un sitio digital en el año 2002, pero a lo largo de los años, luego también de difundir incluso un medio impreso dirigido a la comunidad lésbica y bisexual, fue ampliando sus estrategias y hoy se ha convertido en una organización cuyas integrantes se suman a un trabajo comunitario y de incidencia desde el lesbofeminismo. Este giro, por llamarlo de alguna manera, proviene precisamente de la situación descrita en párrafos anteriores al vivenciar que nuestras preocupaciones no son parte sustancial de las organizaciones LGTB ni tampoco de las mujeres. Por ello, fue necesario conformarse jurídicamente para lograr estar en ciertos espacios y hablar desde nuestras voces, desconocidas e invisibilizadas en general. En las alianzas con otras lesbofeministas, hay un respeto a las estrategias que cada una lleva a cabo y esta dinámica, de crear nuestras propias organizaciones, se ha extendido a lo largo de Latinoamérica donde también se han abierto importantes coordinaciones para hacer frente al lesbo odio.
Nuestra historia como activistas lesbofeministas y de derechos humanos de las mujeres, no ha sido fácil. Haciendo frente a los obstáculos, hemos luchado contra todos ellos para avanzar en la mirada interseccional, de clase, raza y género. Es difícil desterrar siglos de una mirada binaria y heterocentrista de las relaciones y de nuestro estar humano. Solo la porfía de las comunidades podrá hacer frente a todas las omisiones, violencias y falta de políticas que afectan a nuestra cotidianidad. Desde un cambio interno y una óptica feminista que transforme también nuestra supervivencia en el mundo.