Cinco y media de la mañana en La Serena, el portal al Valle de Elqui: Empieza el viaje a este lugar que me fue anunciado como un lugar mágico, cósmico, lleno de fuentes de energía. Yo, muy curiosa, quiero disfrutar del viaje matutino subiendo el valle junto con el sol, pero nada más en el auto el cansancio me arrolla casi instantáneamente y me duermo. Despierto intercalada en los cerros andinos que se elevan alrededor de Pisco Elqui, nuestro destino y lugar del evento que planificamos por esta noche. Acompañando a Ángela Erpel, coordinadora de programa de la fundación Heinrich Böll Cono Sur, yo, pasante alemana en esta misma, tengo por primera vez la posibilidad de participar, apoyar, aprender y conocer a les actores que forman la defensa del territorio en contra al extractivismo en una de las zonas afectadas.
El evento es desarrollado por les actores del movimiento local #ElquiSinMineras que en este caso nosotres como fundación Heinrich Böll apoyamos con logística, cobertura y declaración de nuestro fomento. Además pretendemos difundir el libro “Mujeres en Defensa de Territorios: Reflexiones Feministas frente al Extractivismo” que fue lanzado por la fundación en diciembre del 2018. En este libro, siete mujeres involucradas en la lucha ambiental en Chile elaboran sus defensas de forma verbal, hablan de las realidades y de las consecuencias del extractivismo despiadado y de la resistencia encarnada sobre todo por mujeres empoderadas. El Valle de Elqui ocupa su lugar en el libro, pues es una de las zonas donde residentes conscientes llamaron a unirse y defender el territorio en contra de las actividades mineras de grandes empresas. Ellos en su sed de oro ya habían contaminado las aguas del río Turbio con la mina nombrada “El Indio”. Y siguen acechando la cordillera a cuya falda se despliega la cuenca del Elqui, ramificada en líneas delgadas de verde entre los cerros secos de color café. En defensa de la limpieza de esta misma agua que brinda la fecundidad del valle, nació el movimiento socioambiental #ElquiSinMineras en 2018 en una asamblea vecinal. André Apiolaza, miembro del movimiento, describe en su contribución a dicho libro: “Mujeres que viniéndose al campo o quedándose en él, para cultivar sus alimentos, cerca del río, bajo las estrellas, en respeto con la naturaleza, asumieron la desobediencia al sistema hegemónico patriarcal extractivista, como un mandato supremo a la vida” (p. 53). A estas mujeres tuve la posibilidad de conocer.
El evento que realizamos juntes se realiza al atardecer en la sala municipal en la plaza central del pueblo Pisco Elqui. Participan sobre todo gente local pero también pasan turistas, que disfrutan del último fin de semana de vacaciones en el valle que atrae por la magia de su naturaleza grandiosa. La sala se llena de personas de todas las edades. Se venden camisetas con el símbolo de la resistencia de #ElquiSinMineras – al fin de la noche ya no quedaba casi ninguna. Yo saco fotos, observo, y escucho.
El evento se inicia con un baile flamenco impresionante que llama la atención al tema. Como primera oradora Ángela, nuestra coordinadora del eje Democracia y Derechos Humanos y activista feminista, da un discurso corto sobre las actividades de la fundación explicando por qué una organización alemana está involucrándose en asuntos políticos y medioambientales en Chile. Queda claro que estamos aquí para expresar nuestro apoyo al movimiento local. Está seguida por Lucha Venegas de Amnistía Internacional que nos habla sobre la vinculación del movimiento feminista y el movimiento ambiental. Ilumina que la defensa de territorios no solo significa defender la tierra, sino también el propio cuerpo que forma parte del territorio, y que es amenazado por una cultura y economía profundamente desigual y violenta. Finalmente André Apiolaza reúne en un discurso cuestiones de actores eco-feministas: es tan alarmante (a la vista de la violencia del adversario brutal) como estimulante (a la vista de que reunides podemos lograr un cambio). Después de haber presentado su texto del libro que luego será distribuido, termina con una llamada a la acción inmediata, como “en unos dos, tres o cuatro años ya puede ser tarde”. La sala estalla en aplauso emocionado.
Sigue un discurso abierto. El evento hace honor al título del libro: son las mujeres del Valle del Elqui que se articulan en defensa del territorio, quienes conducen el debate. Estoy impresionada del carisma y de la firmeza, de la forma de declarar sus derechos. Queda claro: el derecho al agua no es un favor transmitido desde arriba, sino un derecho desempeñado de cada une de nosotres como seres humanos. La performance con la que se cierra el evento subraya eso y denuncia de forma artística la opresión, la injusticia, el robo de la vida.
Estoy agradecida por todo lo que aprendí en este fin de semana. Entendí mejor el concepto eco-feminismo: Que la liberación del cuerpo está intrínsecamente vinculada con la liberación del territorio. Que no seremos libres de elegir y desarrollar nuestras diversas identidades bajo los paradigmas patriarcales que niegan derechos básicos como al agua, la alimentación, la salud – el desarrollo de la vida futura.
Para mí el valle de Elqui estuvo lleno de energía: La energía emitida por la gente misma que vive en este lugar. Regresé a Santiago inspirada por su resistencia.