La reunión que está desarrollándose en Buenos Aires, en el marco del G20 encuentra a la mayoría de los países del Sur de América frente a una peligrosa encrucijada y a la Argentina como miembro de este Grupo bajo una particular y conflictiva situación social, económica y ambiental.
El gobierno pretende mostrar al país como “el granero y el supermercado del mundo” en el marco del megaencuentro, respondiendo a una creciente y sólida agroindustria internacional que sirve a un proceso inédito de acumulación y concentración hegemónica de poder inédita, que domina la producción de alimentos y biomasa en toda la cadena productiva.
Pero por el otro lado, oculta, desestima, critica y persigue a quienes de forma sólida e independiente tanto desde la ciencia como desde la plataforma social denuncian los ya imposibles impactos que está produciendo este modelo mundial que degrada recursos naturales, afecta vidas y culturas en pro de continuar un sistema productivo contaminante y destruye el ambiente.
En este contexto, en los prolegómenos de las reuniones del G20 se desarrolló en la Universidad de Buenos Aires un importante Seminario que analizó los Modelos Agrícolas y el Sistema Agroalimentario regional a la luz de los efectos de esta agricultura intensiva sobre la salud, el ambiente y la sociedad argentina y sudamericana.
En el mismo se expuso la dramática situación de los “Pueblos Fumigados” y los efectos sobre la salud humana que está produciendo la lluvia de plaguicidas que caen diariamente sobre las urbes de la Argentina, estudiados por médicos que siguen, denuncian y publican sus investigaciones, como así también se presentaron e informaron los contenidos e impactos de agrotóxicos existentes en la mayoría de las verduras y frutas que los argentinos consumen diariamente.
Una población que cada día come mal y accede a alimentos vacíos que le nutren peor, algo muy alejado de la saludable imagen de los campos con ganado extensivo y mieses naturales al viento. Los efectos de los alimentos ultraprocesados y las bebidas cola y azucaradas, junto a las grasas y sales incorporadas, invaden la canasta alimentaria de los argentinos y están causando serios estragos en la salud de la población, que ocupa uno de los primeros lugares del mundo en el consumo per cápita de estos refrescos.
Argentina está perdiendo, en pro de la liberalización de los procesos que den acceso a los grandes consorcios agropecuarios a una mayor producción sin miramientos, derechos humanos que van desde la libertad para manifestarse públicamente, la represión de las manifestaciones sociales y la pérdida de garantías constitucionales básicas hasta el asesinato no clarificado de luchadores socioambientales y líderes campesinos en especial en las provincias del interior feudal del país. A pesar de algunos logros parciales, la justicia lauda en favor de los poderosos, en especial cuando son los bienes naturales, como la tierra, el agua, la minería o la energía, los involucrados.
Las grandes obras de infraestructura abren en especial nuevos campos de oportunidades para la llegada y dominio del capital internacional, donde la expectativa del gobierno es la de seguir cerrando acuerdos con los EE.UU., China o la Unión Europea. Los segundos en especial con intereses muy fuertes para garantizarse un flujo de materias primas desde la región.
Todas las grandes compañías de producción de semillas transgénicas, agrotóxicos, fertilizantes como así los grandes compradores de tierras - contabilizadas en millones de hectáreas en el país - tienen sede en la Argentina, donde fomentan un sistema productivo basado en la producción de monocultivos, en especial, soja y maíz. La actual campaña en pleno proceso de siembra en este mes, tiene a la soja transgénica nuevamente como el principal cultivo con más del 55 % de la superficie sembrada.
El lanzamiento del ATLAS DEL AGRONEGOCIO en Buenos Aires el pasado 20 de noviembre, desnudó con claridad a través de sus artículos, el fuerte peso que tiene la soja en la matriz productiva de Sud América, donde atravesando las fronteras nacionales, emerge un nuevo territorio: La República Unida de la Soja. Semillas transgénicas, herbicidas clásicos como el glifosato y el 2,4 D (histórico contaminante desde los años ochenta), fertilizantes sintéticos y el modelo de siembra directa industrial, son el paquete tecnológico utilizado.
El costo en vidas humanas y enfermedades producidas por el sistema toxicodependiente argentino habla ya de un ecocidio y genocidio, en tanto, médicos, nutricionistas e investigadores presentaron en este Seminario los resultados y alcances de sus estudios en las poblaciones fumigadas, donde enfermedades como el cáncer superan en un 400 % las medias provinciales y nacionales.
Por otro lado, la degradación ambiental medida en una aún creciente deforestación sin control estatal real como sucede en las provincias de Salta o Formosa o los invisibles e intangibles ambientales que tiene el modelo que exporta nutrientes y agua, muestra claramente la insostenibilidad en el manejo de los bienes. La Caja de Ahorros ambiental del país que son sus suelos y el agua están en serio riesgo, donde se da mayor preeminencia a la exportación de commodities para los países centrales como Europa o China que para que la propia utilización que la población pueda hacer de tales bienes. El caso del agua y su competencia con las industrias extractivas tanto en Argentina (soja, minería) como Chile (palto), son referencias incontrastables.
Pero es en los mismos territorios, donde se produce una emergencia y reacción social importante tanto en el país como en la región. La creciente demanda de la población, en especial de los pueblos fumigados, ha generado una presión por el cambio hacia prácticas productivas y locales relacionales con sistemas alimentarios más sanos basados en la agroecología. El lanzamiento del libro AGROECOLOGIA, AMBIENTE Y SALUD, trató justamente de los problemas causados a la población por la agricultura industrial y sus costos socioambientales y por el otro, la oportunidad de virar hacia un sistema sano de producción basado en la agroecología, desde la pequeña y mediana escala hasta la más grande. Allí también es donde reside una enorme oportunidad tanto para el consumo interno de alimentos sanos, nutritivos y baratos para la propia población como para por supuesto, la oportunidad del mundo en generar nuevas oportunidades comerciales. Pero bajo otras pautas vinculadas al comercio justo y la equidad social entre el Norte rico y el Sur pobre, que le permitan comprar estos alimentos ricos y nutritivos y de una altísima calidad, además de comprometerse en el resguardo de la población y el ambiente de una región con elevado potencial productivo. El no hacerlo, pone en serio riesgo justamente a esta región, que puede ser considerada una de las pocas canastas de alimentos de toda la humanidad y que, de no cuidarse estos vitales recursos y personas, no sólo les impactará a ellos sino al mundo que demanda y necesita de sus bienes.