Durante 2020 y a partir del surgimiento de la pandemia de COVID-19 se puso en la mesa de debate a nivel global y casi como nunca antes, la responsabilidad que los modelos productivos agroindustriales tienen con respecto a los impactos en la salud humana y el ambiente. Se puso foco en particular en la producción animal en confinamiento a gran escala y el consecuente desarrollo de nuevos virus con potencial impacto en humanos. Asimismo, se señalaron los impactos generados por el avance del agronegocio sobre selvas, bosques nativos y pasisajes rurales biodiversos, aumentando las posibilidades de contacto de la población con nuevos patógenos. Deforestación, expulsión de comunidades campesinas, contaminación por agrotóxicos del suelo, el agua y el aire, impactos a la salud de trabajadores rurales y consumidores son algunas de las consecuencias de un modelo orientado a la reproducción del capital que, por lo tanto, es incapaz de alimentar al mundo.
Lo que también dejó ver el 2020 y lo que va de 2021 es quiénes pudieron responder de manera rápida y coordinada para satisfacer las necesidades urgentes de aquellas personas más golpeadas en términos sanitarios y económicos por la pandemia. A pesar del esfuerzo realizado por algunos Estados, las ayudas monetarias no son suficientes para afrontar la caída de la economía sobre todo en países que ya se encontraban en profundas crisis socioecológicas y por lo tanto hacen falta otras respuestas.
Una investigación publicada este año apuntó a “evaluar la naturaleza y alcance de las iniciativas tempranas (primeros tres meses) desplegadas por la agricultura familiar y el movimiento agroecológico para enfrentar y adaptarse a los impactos de la pandemia de COVID-19 en la producción y consumo de alimentos en varios países de America Latina”. El estudio logró identificar que fue la existencia de sistemas agrícolas dinámicos, biodiversos y adaptables asociados a la agicultura familiar y campesina lo que permitió dar respuesta en la emergencia. El análisis reveló algunas de las características principales de los sistemas alimentarios locales claves para afrontar la crisis:
– La preexistencia de organizaciones e instituciones sociales (el movimiento agroecológico, los sindicatos de agricultores, las organizaciones de consumidores, etc.)
– El funcionamiento de canales de mercado alternativos (los mercados frescos locales, las ventas en línea, la entrega de alimentos, etc.)
– El papel que pueden desempeñar las redes sociales y las herramientas en línea para conectar a las personas (productores y consumidores, redes, cadenas de valor cortas, etc.)
– El apoyo brindado por los gobiernos, de distinto nivel, a las iniciativas existentes en los campos de la agricultura familiar y la agroecología, antes vistas como alternativas marginales
– La conciencia y la participación cada vez mayor de los consumidores urbanos en los sistemas alimentarios locales, reconociendo su naturaleza esencial y su contribución a su salud y bienestar.
Las y los investigadores concluyen que la pandemia destacó el papel clave que juegan los sistemas alimentarios y las cadenas de valor locales y la necesidad de fortalecerlos a través de políticas públicas, como una forma de construir resiliencia alimentaria en tiempos de crisis.
25 años construyendo Soberanía Alimentaria
No es casualidad que campesinos y campesinas, organizaciones de la agricultura familiar y el movimiento agroecológico sean capaces de dar respuesta a estas crisis. Una larga historia de lucha y construcción de alternativas se refleja en cada una de las personas y acciones que se llevan adelante a la hora de exigir y hacer cumplir el derecho a la alimentación, por el acceso al agua, las semillas, la tierra y el territorio. Estas luchas se enmarcaron, desde hace 25 años, en la idea de Soberanía Alimentaria: el derecho de los pueblos y las comunidades a definir sus propias políticas agrarias, pecuarias, laborales, de pesca y de la alimentación, que sean ecológica, social, laboral y culturalmente apropiadas.
Este 17 de abril se conmemora un nuevo Día Internacional de las Luchas Campesinas en memoria de la Masacre de Eldorado dos Carajas (Brasil) y 25 años desde que La Vía Campesina, organización que nuclea a millones de campesinos y campesinas en todo el mundo, planteara por primera vez el concepto de Soberanía Alimentaria. Desde la presentación en público en la Cumbre de 1996 de la FAO hasta ahora, este concepto ha tenido una amplia aceptación y reconocimiento por parte de otras organizaciones, instituciones, gobiernos, organismos internacionales y la academia. Sin embargo, el debate no está agotado y hay quienes se oponen a que estas ideas se concreten en políticas públicas como lo muestran las discusiones que se están dando alrededor de la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU de 2021.
En este marco, La Via Campesina invita a seguir levantando la “bandera por el campesinado como sujeto social y su papel fundamental en la producción agroecológica campesina e indígena de alimentos”. Al mismo tiempo señala que “la actual pandemia de la COVID-19 ha demostrado la importancia y la capacidad de resiliencia de los sistemas alimentarios locales, que han evitado que muchas personas pasen hambre” y que por eso seguirán “impulsando una estrategia de transformación radical hacia un sistema alimentario justo para todxs, que reconozca las necesidades de los pueblos, otorgue dignidad y respete la naturaleza, y ponga a las personas por encima de los beneficios, y se resista a la captura corporativa”
Como miles de personas y organizaciones de todo el mundo, este 17 de abril nos unimos a esta causa por los derechos de las y los campesinos y de los trabajadorxs migrantes, por las semillas campesinas, por los alimentos locales, la agroecología y las políticas públicas para la Soberanía Alimentaria.
En la fotografía: Graciela Gonzalez y María Beluchi, integrantes de la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas de Uruguay
Fotógrafo: Sergio Mattioli