El movimiento feminista argentino, dice Verónica Gago, se define por su masividad y radicalidad. Y en este marco, la huelga feminista del 8M, es una instancia de irrupción de fuerzas acopiadas tras décadas de preparación y de acumulación de prácticas y saberes históricos. Pero también es un momento de creación y de ruptura. Como tal, es una experiencia que resignifica las formas de ser y hacer heredadas, al tiempo que imprime una creatividad radical como vanguardia militante con toda la complejidad que revisten los movimientos de mujeres, feministas y LGBTIQA+ en el variopinto territorio latinoamericano.
En cinco años, el paro y la huelga se convirtieron en herramientas capaces de impulsar de forma renovada e innovadora al movimiento feminista a nivel mundial, pero que, en Argentina, tienen una genealogía particular.
Por un lado, la huelga, produjo un giro creativo, ya que pudo transmutar la movilización contra los femicidios en un movimiento masivo y radical que cargó de sentido político a una estrategia distinta para luchar contra las violencias de género. A su vez, recuperó y resignificó saberes heredados de luchas previas como, por ejemplo, los movimientos de mujeres encarnados en la Campaña Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito y los Encuentros Nacionales de Mujeres, o los movimientos de derechos humanos donde se destaca el de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. También, se nutrió del largo recorrido de los movimientos de diversidades y disidencias sexogenéricas como el Frente de Liberación Homosexual y el activismo travesti, trans, intersexual y transgénero.
Además, retomó los movimientos sociales encabezados por movimientos de desocupades que irrumpieron con fuerza en los años 90 y en especial, a partir del 2001, los cuales se destacan por su feminización.
Actualmente, se nutre de los potentes movimientos de Ni Una Menos y de los espacios y militantes que componen la “marea verde”, que han construido nuevas formas de activismo no sólo en el país, sino a nivel mundial.
Por otro lado, el paro ha sido la forma de lucha más utilizada por sectores obreros desde el proceso de proletarización. Hoy se reivindica y resignifica para hacer uno feminista, plurinacional e internacional. Se adapta al aquí y al ahora, porque implica una forma práctica de hacer política a la luz de la rica interseccionalidad que define a los feminismos en América Latina. Es tomada, hecha propia y adaptada a las reivindicaciones de diversos y heterogéneos colectivos de mujeres, feministas y de personas LGBTIQA+ situados pero globales y plurinacionales.
Por eso, tanto la huelga como el paro, son estrategias que resultan rupturistas y atacan los cimientos de las estructuras de opresión al correr a este actor político de su esperado rol de víctima, de silenciarse bajo un número más en los datos sobre femicidios o de muertes por abortos clandestinos, de duelo eterno, silencioso y paralizador.
¿Por qué paramos? de la potencia al acto en el 8M
Es un paro productivo y reproductivo que denuncia las estructuras de opresión capitalista heterocispatriarcal y colonialista.
La pandemia ha dejado en evidencia y profundizado desigualdades y violencias estructurales ya existentes, poniéndonos en una disyuntiva: seguir apostando a economías de muerte que explotan los cuerpos-territorios para alimentar el voraz e insaciable apetito de quienes buscan el afán ilimitado de lucro por el lucro en sí mismo. O apostar a otras economías que construyen otras formas de organizar el trabajo, de producir, comercializar y de consumir, y que tienen como objetivo sostener las vidas de sus integrantes, de sus comunidades y de la naturaleza. Aquí, es donde el trabajo autogestivo, cooperativo, solidario tiñe los vínculos cotidianos de trabajo. Bienes comunes, espacios democráticos de discusión y de decisión, distribución justa e igualitaria de excedentes, inclusión y diversidad, y respeto por los tiempos de cuidado, son características que dan cuenta de que otra economía existe y es posible.
Es un día clave en el que las estrategias de paro y huelga apuntan a repudiar todos los procesos de empobrecimiento y de saqueo de la vida humana y no humana, llevados adelante por el capitalismo heterocispatriarcal. Un día de paro, evidencia la importancia de estos trabajos domésticos y de cuidado no remunerados o precarizados realizados mayoritariamente por feminidades. Los saca de las sombras, hace sentir ese 16% del PBI al que aportan, planteando la urgencia de refundar la economía como una centrada en la sostenibilidad de la vida humana y no humana y en los cuidados que la hacen posible.
Es un paro que celebra las conquistas de los movimientos feministas, como el derecho a la Interrupción Voluntaria del Embarazo pero reclama las dificultades y brechas en el acceso a este derecho. De esta manera, exige el derecho de tener realmente la soberanía sobre nuestros cuerpos-territorios y así poder decidir y construir las vidas que deseamos vivir.
Es un paro que grita desde las calles: ¡Ni Una Menos: basta de femicidios, transfemicidios y travesticidios! Dentro de los múltiples reclamos, el principal es el pedido de justicia para quienes murieron en manos de la violencia machista. En lo que va del 2021, en nuestro país ya ocurrieron más de 60 femicidios.
El caso de Úrsula Bahillo, nos moviliza porque deja en evidencia el entramado detrás de las fuerzas de seguridad que no responden a estas situaciones y un poder judicial ineficiente. Por eso, insistimos en la demanda de una reforma judicial feminista que ponga en primer lugar, y con la urgencia que esto implica, la vida y la integridad de quienes denuncian, abandonando prácticas revictimizantes y potenciando la capacidad para responder a tiempo y de prevenir los delitos que tantas veces son desoídos.
La certeza de la potencia incierta
Sabemos que el 8M no es suficiente para tambalear las estructuras de opresión. Sin embargo, pone de manifiesto la certeza de la potencia incierta de formas de acción política heredadas de diversos campos, tiempos y territorios, abrazadas y revalorizadas por movimientos feministas masivos y radicales, que transmutan el dolor en fuego deseante de cambio, de resistencia y lucha creativa. La historia de estos movimientos nos enseña que estos caminos son sinuosos, aunque progresivos, y que esta potencia transformadora alimentada de saberes construidos aquí y allá, teñidos por lo personal y lo colectivo, nos da esperanzas fundadas de que un mundo mejor es posible.