El lunes 3 de junio a las 18:30 hrs.centenares de mujeres llegaron hasta la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile para escuchar los planteamientos de la antropóloga e investigadora argentina, Rita Segato en el marco de la charla “Feministas conversan con Rita Segato” organizada por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll.
En el escenario, junto a la académica, se encontraba Lorena Astudillo, integrante de la Coordinación Nacional de la Red Chilena y Macarena Nieto, quien estuvo a cargo de la interpretación de lengua de señas. Además de las asistentes, se hicieron partícipes mujeres de distintos puntos del país gracias a la transmisión en vivo.
Rita Segato comenzó la conferencia explicando que si bien lleva trabajando en torno a la cuestión de las mujeres desde los 70’s, no fue hasta el 93 que se encuentra con la violencia: “antes mis estudios sobre género no trataban sobre violencia y el mundo tampoco hablaba sobre eso. Fue muy rápido el camino que nos lleva hasta el presente donde el tema de la violencia no solo está instalado en el pensamiento feminista sino que en la realidad, de una manera que no se puede esquivar”.
Violencia contra mujeres y mandato de masculinidad
La pensadora narró la importancia que tuvo la investigación realizada en la cárcel de Brasilia donde entrevistó a hombres condenados por violación. Por medio de estos encuentros estableció dos ideas que lleva consigo desarrollando hasta el presente. La primera, puntualiza que las agresiones sexuales contra mujeres con intención letal “son un tipo de violencia que no tiene un fin instrumental o utilitario. La mayor parte de los crímenes que conocemos son crímenes expresivos: un discurso de los hombres al mundo”.
En esta misma línea, asegura que es urgente abandonar el error del sentido común que afirma que la violación responde a la líbido masculina: “Todo mi esfuerzo a lo largo de todo este tiempo ha sido desexualizar, retirar de la intimidad, inclusive de la vida privada el crimen mal llamado sexual porque es un crimen por medio sexual, donde la sexualidad se vuelve un arma de guerra (...) el crimen de violación es de dominación”.
Profundizando, expuso que en la cárcel descubrió que en cuanto a los crímenes sexuales existen dos ejes: uno vertical entre agresor y agredida y uno horizontal que se expresa en la relación entre el agresor y sus interlocutores, que vendrían siendo otros hombres: “los hombres son una especie de club, una cofradía que va a poner sus condiciones para poder ser miembro, entonces la masculinidad es un estatus y la membresía se adquiere mediante algunas pruebas, que son pruebas de potencia”.
Desmenuzando el punto anterior, la antropóloga manifiesta que esa hermandad o cofradía funciona como una corporación, asegurando que dicha estructura tiene dos características que son letales para la sociedad: “para una corporación no existe ninguna lealtad más importante (...) sacrifico cualquier cosa en este mundo para no sacrificar esa lealtad, lo que es letal porque un hombre va a tener que ser primero un hombre. Eso lo vemos diariamente”. La segunda característica es que la corporación es en su interior jerárquica: “los hombres son competitivos pero al mismo tiempo dóciles a su posición en la corporación”, explicó.
En este mismo marco, desde una perspectiva decolonial, la pensadora apuntó que el primer territorio ocupado durante la conquista fueron los cuerpos de las mujeres, dando cuenta que previo a la modernidad ya existía un patriarcado de baja intensidad que se agudiza luego de este proceso histórico: “la agresión sexual contra las mujeres es en realidad un arma política con la cual se profana el cuerpo femenino (...) La subordinación femenina es la primera subordinación de la historia. Algo que lo demuestra es la dimensión planetaria del mito de origen que habla de la mujer desobediente que tiene que ser castigada. Si fuera un orden natural no sería necesaria la narrativa”, destacó.
La teórica resaltó que así como lo han indicado desde los feminismos, el violador no es un enfermo o sujeto anómalo, “es una persona absolutamente normal que en su acción expresa un contenido que está en la sociedad y que la sociedad lo entiende pero no le pone nombre, no pasa a una comprensión discursiva”.
Conceptos, medios de comunicación y espectacularización de la violencia
Durante su exposición, Rita Segato se refirió a la responsabilidad de los medios de comunicación respecto a la violencia contra mujeres, haciendo un llamado a informar sin promover: “Los medios hacen un verdadero espectáculo morboso de los crímenes de violencia contra las mujeres” dijo con determinación.
“Es urgente el llamado a las escuelas de comunicación y a los editores de los grandes medios a una conversación para revisar la forma en que se publican las agresiones de género porque están llevando a la réplica”, indicando que los agresores son exhibidos como monstruos pero monstruos potentes que llevarían a otros a imitarles.
Igualmente la académica llamó a tener cuidado con utilizar conceptos que no sirvan para dar cuenta de la magnitud del problema de la violencia patriarcal: “yo no hablo de crímenes de odio, no acepto atribuir los crímenes de las mujeres a un malestar emocional pasajero. Son de orden político”. En esta misma línea, reflexionó sobre la frase nos matan por ser mujeres, sosteniendo que “hay algunos descubrimientos del movimiento feminista que fueron importantes en su momento pero producen un efecto que la gente los repite y paramos de pensar”.
De este modo, señaló que hay que reflexionar por qué las mujeres juegan un rol central en la guerra y en los conflictos: “si el fetiche de la consigna nos calma el pensamiento entonces hace un papel contraproducente en lugar de que sea un paso más para la comprensión y la solución del problema”. Así mismo expresó que las y los intelectuales son dadores de palabras, afirmando que “el vocabulario es central. Donar palabras para consolidar lo que vamos sabiendo, lo que vamos reconociendo”.
Marcas de ruta para la acción feminista
Haciendo un diagnóstico del contexto latinoamericano, de la situación actual del movimiento feminista en la región y de la incesante violencia patriarcal, expresó que “es posible ver un aumento constante de la violencia a pesar de las leyes, políticas públicas y organizaciones feministas”. En relación a ésto destacó la articulación y lucha feminista y se refirió a la politicidad de las mujeres: “Una ética feminista consiste en todos los días tratar de neutralizar algo que es casi automático que es dirigirnos a los hombres como un interlocutor privilegiado. Es difícil porque somos socializadas patriarcales”.
Recalcando la relevancia de la politicidad de las mujeres como gestión de vida en clave feminista explicó que la política es “una gestión de lo colectivo y eso, nosotras lo hemos hecho siempre y eso es lo que ha saltado a las calles”, añadiendo que no se debe entregar al Estado la gestión de nuestros deseos: “es necesario que entre personas podamos negociar (...) Primero cambia la sociedad, después cambia el Estado”.
También hizo un llamado al movimiento feminista a no fragmentar y aminorar la violencia machista: “al aislar el problema de la mujer le damos el plato lleno a los agresores. Un problema del movimiento feminista es la minoritización. Creer que el problema es particular de las mujeres. Eso hay que desmontarlo”.
Por último, finalizó con una reflexión que invitaba a continuar afianzando los vínculos e incidiendo en la construcción de otras formas de relacionarnos: “Nuestros antagonistas de proyecto histórico nos están diciendo hasta dónde estamos llegando: la importancia y el peligro de lo que hemos instalado, que fue la implantación del pensamiento de mujeres y feministas”.
Al concluir la actividad, el Aula Magna de la Facultad de Medicina estalló en un grito feminista, mientras la investigadora se despidió alzando los pañuelos verdes símbolos de la despenalización del aborto de Argentina, México y Chile.