Las promesas no bastan, para cumplir con los compromisos climáticos es indispensable transformar las declaraciones en acción. De acuerdo al Comité Permanente de Finanzas en ONU Cambio Climático, se identificaron en las NDC de países en desarrollo 5.760 necesidades financieras, de las cuales 48% están evaluadas entre USD 5 y 6,9 billones de dólares. La ejecución de proyectos en mitigación y adaptación de estos países depende del financiamiento climático, así como los avances climáticos del mundo dependen de su éxito y el de toda la comunidad internacional.
La promesa del apoyo financiero a países en desarrollo es una batalla de la negociación internacional que persiste hace ya más de diez años. Los esfuerzos datan desde la COP15 del año 2009 en Copenhague donde se asentó la meta de recaudar 100 mil millones de dólares por año hasta el 2020, las condiciones quedaron en papel en la conferencia siguiente bajo el nombre de Acuerdo de Cancún para “movilizar y proveer”, llegada la fecha límite era evidente que las promesas no se cumplieron.
Cuando el Acuerdo de París extendió el plazo para 2025 dejó como base fija esos 100 mil millones de dólares, pero con el compromiso de definir un Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG). La meta colectiva se fija entonces para lograr los 300 mil millones anuales para 2035. Y de ser posible, poder escalar dicha suma a 1,3 billones de dólares anuales a través del plan estratégico Hoja de Ruta Bakú-Belém. Pero como las declaraciones de palabra este es un compromiso no vinculante que además carece de submetas formales.
Depender de la buena voluntad es complicado, no cabe duda que existe la disposición para el cambio, pero no se tienen los incentivos concretos para que la intención se transforme en acción. Es en este contexto donde nace la iniciativa de Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF). Un nuevo modelo de ayuda financiera que viene directamente de la región latinoamericana ¿es posible que pueda demostrar un liderazgo fresco para el multilateralismo climático?
Una nueva forma de financiar la preservación:
Belém do Para, ciudad del amazonas brasileño, es la sede de la actual COP30 donde se lanzó oficialmente el TFFF, alcanzando un compromiso monetario de 5.000 millones de dólares como financiación inicial para la protección del bosque tropical. La iniciativa pretende revalorizar la importancia de la preservación de bosques tropicales al otorgar estatus económico a sus servicios ecosistémicos.
Funciones vitales como el secuestro de carbono, la preservación de la biodiversidad y ser una fuente de ciclos hídricos podrían ser remuneradas. Así la conservación de estos sumideros naturales podrá ser comparativamente más atractiva que destinar estos bosques para actividades extractivas.
Son en total 70 países con el potencial de suscribirse a la iniciativa. Los beneficiarios podrán recaudar 4 dólares por hectárea bien conservada de bosque tropical, suma para nada despreciable considerando que mundialmente existen más de 1.000 millones de hectáreas de bosques tropicales y subtropicales de hoja ancha.
Pero estos pagos anuales están sujetos a ciertas condiciones: que cumplan con una buena gestión financiera de sus recursos y destinar el 20% del apoyo financiero directamente a pueblos indígenas y comunidades locales. Estos recursos podrán ser destinados libremente a los proyectos que más convenga a sus gobiernos con excepción de aquellos que impulsen los combustibles fósiles.
De llegar a buen puerto, el TFFF podría ser uno de los mayores fondos multilaterales alguna vez creados para proteger el medio ambiente. Pero ¿cómo haría posible la cooperación internacional entre países con sistemas de gobierno disímiles, que en muchos casos no comparten cercanía geográfica, y que además tienden a plantear su desarrollo económico a costa de consideraciones climáticas, para que aboguen por el fin común? Su atractivo no solo descansa en su innovador sistema financiero sino que también en la nueva perspectiva que ofrece del multilateralismo.
Multilateralismo desde el sur del mundo:
Es de notar que todos los países candidatos a integrar el TFFF no son occidentales. Los promotores de la iniciativa, a diferencia de otras instancias de financiamiento, también son parte de esta categoría geopolítica: Brasil, Colombia, República Democrática del Congo, Indonesia y Malasia. Además, poseen ecosistemas claves como el Bosque Atlántico, la Amazonia, los bosques de la Cuenca del Congo y los de Borneo, que en su conjunto componen el 52% de los bosques tropicales a nivel global.
Brasil en su calidad de anfitrión quiere rescatar los esfuerzos comunitarios. “Mutirão global” es su lema para esta COP30: la cooperación global va al centro, hay que despertar el multilateralismo de su letargo de inicios de esta década, pero esta vez desde el sur del mundo. Esta renovación del multilateralismo implica no solo a los actores convencionales de negociación climática: los países inversionistas del TFFF son Alemania, Emiratos Árabes Unidos, Francia, Noruega y Reino Unido.
Ahora adquieren relevancia coaliciones como el BRICS, grupo de países alineados como bloque político y económico, un contrapunto directo del G7, ni necesariamente occidental u oriental. Representantes económicos del Sur Global que comienzan a posicionarse en otros espectros del desarrollo como lo es la sostenibilidad.
Este liderazgo desde territorios que por lo general son meros recipientes de la ayuda internacional pueden brindar un aire nuevo a la cooperación multilateral. La política exterior tiene un clima turbulento actualmente, hablando estrictamente de negociaciones climáticas, la ausencia de un actor tan importante como Estados Unidos en la COP30 es un síntoma de ello, es tiempo de pensar en reordenar las piezas para continuar con los esfuerzos climáticos.