El recientemente nombrado gabinete del presidente electo Gabriel Boric, es una apuesta a la complejidad que se viene para lo que es esta nueva etapa política del país: el gobierno de la transición. Desde esta perspectiva, las señales son de un gobierno que ha tomado decisiones estratégicas desde ese lugar, sin embargo, desde lo estrictamente político, aún las cosas están por verse.
Durante la campaña de la segunda vuelta, la coalición del gobierno electo - cuya base más fuerte y visible son los ex líderes estudiantiles del movimiento estudiantil del 2011 - se centró en despejar la imagen juvenil que los definía, para darle un barniz de gobernabilidad a la propuesta que se estaba defendiendo. El contundente triunfo de Boric el 21 de diciembre, le otorga al nuevo presidente electo, la legitimidad suficiente para abordar los grandes cambios que se negociarán, con un Congreso mayoritariamente conservador y con símbolos que demuestran el fuerte pasado que antecede a esta transición: recordemos que en la ceremonia de cambio de mando, el nuevo presidente y ex dirigente estudiantil Gabriel Boric, recibirá la banda presidencial de Sebastián Piñera, el mismo Presidente que no quiso recibirlos el 2011 en el Palacio de La Moneda. El Presidente entrante deberá hacer el cambio de mando sobre la Constitución de Pinochet, elemento simbólico potente que recuerda que la figura de Pinochet aún subsiste, porque los mismos poderes subsisten para mantenerla viva.
El nombramiento del nuevo gabinete dio señales a tono con el momento que se construye: mayoritariamente conformada por mujeres (14 mujeres sobre 10 hombres), con dos miembros abiertamente activistas LGBTI: Alexandra Benado, la nueva ministra de Deportes y Marco Antonio Ávila, en la cartera de Educación. La mitad de los nuevos ministros y ministras vienen de la educación pública, dejando atrás la figura de la elite dirigente a la que Chile estaba acostumbrado y que provenían de los mismos círculos sociales. La mayoría del nuevo gabinete participa activamente en movimientos sociales diversos y tienen menos de 40 años. Esto representa un cambio simbólico importante, pues marca la ruptura de un contrato social que durante las últimas décadas estuvo liderado casi sin cuestionamiento, por las elites económicas, bajo criterios también elitistas. Los últimos procesos políticos, como la votación histórica por una nueva Constitución, donde la opción “Apruebo” obtuvo un arrasador 80% de preferencias por sobre la otra alternativa conservadora de mantener la constitución de Pinochet, dejó en evidencia a una elite debilitada, que se atrincheraba en solo tres comunas de Santiago y que el bajísimo apoyo popular terminó por derrotar contundentemente en las últimas elecciones, dando el paso a una nueva construcción de política en Chile, el país que fuera conocido por ser el “laboratorio del neoliberalismo”.
Sin duda la figura más esperada en este gabinete es la doctora Izkia Siches, jefa de campaña de Gabriel Boric en la segunda vuelta, pieza clave en su triunfo y articuladora en esta transición. Primera mujer en asumir la cartera del ministerio del Interior, lo que significa que cumpliría dos roles fundamentales en el gobierno entrante: estar a cargo de la seguridad pública y coordinar el gabinete. El primer tema tendrá una importancia gravitante, pues el estilo de Siches se ha basado siempre en el diálogo ciudadano, a diferencia de lo que ha mostrado Piñera, cuya respuesta a la protesta social ha sido el de la represión y el enfrentamiento. Recordemos que, durante el estallido social, en lugar de asumir el descontento ciudadano y proponer el diálogo y los acuerdos, Piñera reaccionó de manera errática y descolocada, pronunciando la frase “Estamos en guerra ante un enemigo poderoso” refiriéndose a la ciudadanía alzada. El costo político de este gesto autoritario y anacrónico para la época, fue una baja sustancial de su popularidad y legitimidad como presidente, lo que, sumado a la mala gestión en el conflicto en la Araucanía, terminan por poner en Izkia Siches, la esperanza de implementar un nuevo modelo de gestión, más acorde a los tiempos y lejos de autoritarismos ya obsoletos y rechazados por las mayorías.
Otra señal que ha dado la conformación del nuevo gabinete es el diálogo con los partidos tradicionales de izquierda, y en este sentido, el nombramiento del ex presidente del Banco Central como Ministro de Hacienda, entrega también una señal de paridad en la visión de economía, poniendo paños fríos en una discusión no menor sobre el uso de los recursos públicos que ponía en pugna al empresariado y a la nueva coalición gobernante, donde la participación del Partido Comunista provocaba mucha tensión en los sectores conservadores.
Es claro que las grandes reformas no son realizables, pero por esa misma razón no hay un tono ni un discurso de refundación en el proyecto de este nuevo gobierno, que era lo más temido por la derecha. La izquierda por su parte, está expectante de que el estilo dialogante no se traduzca en demasiadas concesiones hacia el arco de la derecha y por, sobre todo, habrá una gran expectativa social frente a la protección de la nueva constitución.
Un cambio esperado por Chile, en un contexto de plena crisis, por la pandemia y el post estallido social, donde existirá una gran vigilancia ciudadana, pero que es recibido por la región latinoamericana como una muestra contundente de que la democracia se abre paso de la mano de una generación que trae otra mirada de futuro y a la que el mundo entero debe poner atención.