Si alguien puede salvar el país, son las mujeres

Perfil

Julia Kharashvili, una mujer que presenció la guerra, escapó de ella, se empoderó y logró empoderar a otras mujeres a su alrededor: treinta años de compromiso con la consolidación de la paz y la seguridad.

Heinrich-Böll-Stiftung Tibilissi

Este artículo hace parte de nuestro dossier "Sin mujeres no hay paz: 20mo aniversario de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre las mujeres, la paz y la seguridad".

Una activista de la paz con casi treinta años de experiencia en la construcción de la paz y la seguridad - esta podría ser la breve descripción de Julia Kharashvili en su perfil de LinkedIn. Pero esas palabras tan sucintas, tan típicas del mundo digital, no podrían ni siquiera empezar a hacer justicia al compromiso de esta mujer. Julia Kharashvili ha experimentado la guerra, ha escapado de ella, se ha emancipado a sí misma y a otras mujeres de su entorno. Las mujeres que han pasado por experiencias similares, y muchas otras.

El primer signo de seguridad para un desplazado interno: tener un techo

Para Julia, la seguridad es un concepto bidimensional y combina un componente personal y político. En el plano personal, se trata de su casa en Abjasia (En el sur del Cáucaso y que es reconocido por la mayoría de los países como parte de Georgia), que tuvo que abandonar en 1992 tras el estallido del conflicto. En aquel entonces, no sólo dejó atrás un edificio intercambiable, sino todo lo que hace un hogar: techo, paredes, piso, amigos, parientes y vecinos; toda su comunidad. No fue hasta dos años más tarde que vio su casa por primera vez. Este regreso la ayudó a superar la pesadilla atormentadora que la afligía regularmente. En este sueño ella estaba parada indefensa frente a la puerta del patio frente a su casa, sin poder pasar por ella.

Estuvo presente cuando su casa fue saqueada, el suelo estaba lleno de dibujos de sus hijos, ensuciado por las huellas de extraños. Todo lo que se llevó fueron los dibujos, sus notas personales y un termo. Pero, aunque se hubiera librado de la pesadilla, eso no significaba que las heridas se hubieran curado incluso cuando estaba despierta.

"Sólo encontré algo de paz cuando pude comprar un apartamento. Por primera vez pude dormir sin pesadillas. Siempre tuve mucho miedo de eso, me despertaba en medio de la noche preocupándome por lo que le pasaría a mis hijos si algo me sucedía a mí. Cuando conseguí el apartamento, estaba segura de que al menos no se quedarían sin hogar. El primer signo de seguridad para un desplazado interno es tener un techo sobre su cabeza". 

Su perspectiva se amplió cuando, tras el estallido del conflicto en la región de Tsjinvali (capital de la república de Osetia del Sur, una región independiente de facto de Georgia) en 2008, comenzó a trabajar en aldeas cercanas al conflicto. Para Julia, había una clara falta de seguridad en un sentido amplio, incluyendo la estabilidad económica y mental, el acceso a la justicia y la libertad de movimiento. Esto le hizo darse cuenta de que no había un escenario de seguridad sostenible en absoluto, sino más bien una ampliación del escenario "Ni la guerra ni la paz".

"No sabemos a qué familia le toca lo siguiente. Por eso nuestro trabajo es tan importante. Debemos llamar regularmente la atención de los responsables de la toma de decisiones sobre la situación y enseñar a la población local cómo garantizar su propia seguridad". 

Hoy en día Julia es la directora de la organización no gubernamental georgiana IDP Women Association Consent (IDPWA) (Consentimiento de la Asociación de Mujeres), que fundó en 1995 junto con otras mujeres desplazadas internamente de Abjasia. La mayor parte de su labor está encaminada a empoderar a las mujeres afectadas por el conflicto, en particular mediante proyectos educativos a nivel local.

"Inicialmente éramos un pequeño grupo de desplazados internos sin ninguna influencia significativa. Cuando entré en una sala llena de personas con poder de decisión, estaba muy nerviosa. No muy ansiosa, pero un poco avergonzada. Hoy hablo con el Secretario General de las Naciones Unidas y la OTAN sin ningún tipo de prejuicio. Nuestra preocupación es recoger las voces de las mujeres y presentarlas a los responsables de la toma de decisiones“.

Las relaciones interpersonales siguen existiendo, incluso en medio de un conflicto

Las mujeres dieron el impulso para uno de sus primeros (y posteriormente uno de sus más famosos) proyectos. Durante mucho tiempo, los desplazados internos de Abjasia tuvieron dificultades para aceptar el hecho de que un conflicto de este tipo no podía resolverse en uno o dos años. Nunca imaginaron que la situación podría durar casi tres décadas. Sólo después del estallido del segundo conflicto en 2008 aceptaron poco a poco que llevaría un tiempo. Esta toma de conciencia les llevó a la pregunta de cómo podían asegurarse de que sus hijos siguieran sintiéndose conectados a sus orígenes.

"Nuestra prioridad eran los niños nacidos después de la guerra. Un niño de seis años hoy en día, por ejemplo, no debe crecer en el odio. No debería ver a sus compañeros de Abjasia como enemigos, sino como personas de similares características". 

Con este objetivo en mente, la revista de paz para niños (la Grulla Blanca) White Crane se publicó desde 1995 como parte de un proyecto del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Durante doce años, los niños y niñas de Abjasia y Georgia se escribieron cartas e intercambiaron dibujos. La revista se distribuyó en escuelas y hospitales de Abjasia. Y cuando el intercambio de cartas ya no fue suficiente, nació un nuevo proyecto de solidaridad: los campos de la paz.

Los campamentos de paz reunieron a niños y niñas de Georgia, Abjasia y Osetia en un terreno neutral. También estuvieron presentes niños y niñas de Azerbaiyán y Armenia. Los retos logísticos de la puesta en marcha de estos campamentos no estuvieron exentos de dificultades: Julia tuvo que viajar a la zona de conflicto y reunirse en persona con el ministro de educación de facto de Abjasia. Está agradecida de haber recibido el apoyo de las organizaciones no gubernamentales locales, y también de haber tenido el valor de dar un paso tan impopular.

"Para ser honesto, me asusté cuando vi la Abjasia quemada, especialmente en Ochamchira (Ochamchire es la capital del municipio que lleva su nombre y está situada en el Mar Negro, a unos 50 km al sudeste de la capital de Abjasia, Sochumi). Incluso el suelo se quemó. Estas imágenes todavía me persiguen hoy en día. Y sin embargo, no me sentía como si estuviera en suelo enemigo, sino exactamente como lo hice en Sochumi. Por eso creo firmemente que siempre hay una posibilidad de reconciliación. Y no quería privar a los jóvenes de esa oportunidad.“

La educación es un trabajo por la paz

En Sochumi, donde vivía y trabajaba, Julia siempre había sido un miembro activo de la comunidad. Estaba trabajando en su tesis doctoral en el Instituto de Patología y Terapia Experimental de Sochumi cuando la guerra frustró brutalmente sus planes. En ese momento no se veía a sí misma como una feminista. Sólo después de la guerra se dio cuenta de lo que las mujeres son capaces de hacer. Así que ella y otros desplazados internos se unieron para formar la organización "Consent" (Consentimiento).

Poco después de la guerra se trasladó a la capital georgiana, Tbilisi. Un proyecto de investigación examinó las condiciones de vida y las necesidades especiales de los desplazados internos. Se entrevistó a 2.000 desplazados internos en todo el país y se distribuyó ayuda humanitaria según los resultados de la encuesta. El estudio encontró que la mayoría de los desplazados iban descalzos. Los niños y niñas iban a la escuela por turnos porque sólo había un par de zapatos por familia. Había una falta de artículos básicos como ropa, libros escolares y comida. Julia recuerda que era casi imposible movilizar a los miembros masculinos de la familia. Hacía tiempo que habían aceptado la situación, se habían vuelto indiferentes y habían renunciado a cualquier motivación, y a sí mismos.

"Cuando llegó la ayuda humanitaria, las mujeres llevaron los paquetes de comida más pesados. Cuando vi esto, me quedó claro: si alguien puede salvar al país y al pueblo, son las mujeres". 

Después de tres décadas de trabajo por la paz, ya no está de acuerdo con la imagen de las mujeres como pacificadoras naturales o de mantenimiento de la paz. En cambio, llama a las mujeres "guardianas de la paz". Su filosofía: Es un trabajo de paz cuando ayudas a un médico a llegar a un paciente en la zona de conflicto. Y es tanto trabajo de paz como proporcionar educación a un niño.

Julia está profundamente convencida de que el trabajo más duro y arduo es el de la construcción de la paz. En su opinión, es precisamente esta importante contribución que hacen a diario lo que falta en la narrativa de las mujeres, la paz y la seguridad.

"Las mujeres no rehuyen el trabajo desagradable. La construcción de la paz puede parecer bastante tentadora desde fuera, pero la verdad es que se trata de lo que hay dentro. Incluso la prevención no es una tarea fácil. Seguramente alguien puede venir y decir "de todas formas, no habría pasado nada". pero por dentro sabes lo que has logrado y que has evitado el daño". 

Según Julia, las mujeres pacificadoras carecen de apoyo institucional. Es necesario fortalecerlos mediante proyectos y planes específicos.

"El logo de nuestra asociación muestra a una mujer saliendo de un tronco de árbol. Ella sostiene un nido de pájaros con nubes de huevos en sus manos y trata de protegerlo. Los huevos representan no sólo a su familia sino también al país. La figura femenina es la guardiana de todo y de todos. Ella sabe mejor que nadie en qué clase de mundo debería crecer su hijo". 

Un instrumento para todos los desafíos

Cuando Julia habla de sus compañeras de lucha que se convirtieron en activistas al mismo tiempo que ella, las llama "co-constructores". Entre ellas se encuentran mujeres de todas las regiones de Georgia que son conscientes de las necesidades de las personas que viven lejos de la capital. A menudo menciona a la ex diputada Marina Mirianashvili. Su cooperación comenzó mucho antes de sus carreras políticas, cuando ambos trabajaban para la ONG "Centro de Iniciativas Sociales y Humanitarias". Fueron las primeras en elaborar una lista de las víctimas abjasias y reunir a los heridos de guerra con sus familias. Fue una de las primeras cooperaciones de mujeres y una experiencia compartida que enriqueció a otras.

Está cerca de activistas con ideas afines no sólo a nivel nacional, sino también más allá de las fronteras nacionales. Con la activista por la paz Arzu Abdullayeva, de Azerbaiyán, combina la vida profesional con la privada. Arzu y su difunta amiga Anahit Bayandur, de Armenia, la inspiraron enormemente, sobre todo a través de sus esfuerzos por llevar la paz a dos naciones del Cáucaso meridional.

En su carrera, Julia se ha enfrentado a muchos obstáculos. Hoy en día se centra en los desafíos institucionales. La falta de un modelo de paz sostenible es, en su opinión, una prioridad.

"Hablamos mucho de la guerra, pero no decimos ni una palabra sobre la paz. Qué nos trae la paz duradera? Por qué es importante participar en ella? Sólo hablamos de cómo volver. Pero después de eso, inevitablemente surgen nuevos desafíos... somos conscientes de eso? Que no hablemos de ello es un gran problema.“

Preguntada sobre el 20º aniversario de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, Julia destaca el pasaje sobre la participación de las mujeres como la mejor parte del documento. En ella, las mujeres no sólo son vistas como víctimas, sino que se las honra como participantes activas en los procesos de paz. La resolución es, por lo tanto, un instrumento muy importante para que las mujeres defiendan sus derechos.

Pero Julia cree que el mundo necesita una comprensión más amplia de la Resolución 1325 y que es un error creer que la resolución es irrelevante cuando un país no está en conflicto. La reciente pandemia ha demostrado que las mujeres se ven más afectadas que los hombres, simplemente porque la mayoría del personal médico son mujeres. También lo son la mayoría de los vendedores de las tiendas de comestibles, e incluso los periodistas.

"La resolución 1325 no sólo debe considerarse como un instrumento para las situaciones de conflicto, sino para todos los desafíos que afectan a las mujeres y los hombres de diferentes maneras. La resolución se está volviendo más universal. De este modo, puede abrir más oportunidades para que las mujeres participen". 

Traducido del alemán por Mauricio Sánchez Cárdenas.