Actualmente se encuentra en discusión en la Comisión de Medio Ambiente del Senado el Proyecto de Ley que modifica la Ley de Bases Generales del Medio Ambiente para someter a evaluación de impacto ambiental todos los proyectos de desarrollo o explotación forestal. Este proyecto de ley se justifica en toda medida, dado que en Chile, a pesar de que existe una importante superficie del país con plantaciones forestales, estas nunca se han sometido al sistema de evaluación de impacto ambiental.
Las plantaciones forestales en Chile, compuestas en un 55,8% por pino insigne y un 37,2% por eucaliptus, cubren un total de 3.115.922 hectáreas de acuerdo a las últimas cifras oficiales. Más de un 77% de las superficies con plantaciones forestales del país se concentran en solo tres regiones del país: Un 39,2% se encuentran en la región de Biobío, un 21,2% en La Araucanía y un 16,7% en Maule. Al año 2015, la superficie de plantaciones forestales superó por 277.605 hectáreas la superficie de bosque nativo en la región de Biobío, por 132.735 hectáreas en Ñuble, y en el 2016, la región del Maule contaba con 53.379 hectáreas más de plantaciones forestales que de bosque nativo.
Desde hace más de 30 años, en Chile se plantan alrededor de 100.000 hectáreas anuales de especies forestales exóticas, manteniendo la preferencia por el pino insigne y eucaliptus. El año 2019 solamente, se plantaron 127.070 hectáreas de plantaciones forestales en el país. Por las décadas que estuvo vigente la bonificación para las plantaciones forestales, cada año se incorporaban decenas de miles de hectáreas a la superficie total de plantaciones, alcanzando el año 2005 un máximo de 73.306 nuevas hectáreas con plantaciones forestales. Desde el año 2012 en adelante, que no ha estado vigente la bonificación a las plantaciones, son del orden de miles de hectáreas anuales los nuevos suelos con plantaciones forestales, alcanzando un mínimo, aún nada despreciable, de 1.010 nuevas hectáreas de plantaciones el año 2019. De esas, 243,5 hectáreas se forestaron en la región de O’Higgins, 210,1 hectáreas en La Araucanía, 190,2 hectáreas en Biobío y 102,8 hectáreas en Maule.
En los últimos 19 años, los montos asociados a las exportaciones forestales casi se han triplicado. Del total de las exportaciones del país, un 64% corresponde a solo tres empresas: Celulosa Arauco y Constitución S.A., CMPC Pulp SPA y Paneles Arauco S.A. El 2018 solamente, el sector forestal tuvo un crecimiento de un 13,5% en las exportaciones respecto al 2017, alcanzando un récord de US $6.838 millones. La pulpa química es el principal producto exportado, con China como primer destino, seguido de Estados Unidos. Solo a China, las exportaciones forestales incrementaron de US $1.607,7 millones a US $2.354,2 millones entre 2017 y 2018. El transporte de carga de productos forestales exportados desde Chile creció en un 7,2% entre 2017 y 2018, movilizando una carga total de 13,3 millones de toneladas por vías marítimas, terrestres y aéreas, siendo un 99,2% transportada por vía marítima. El mismo 2018, se importaron US$1.609 millones en productos forestales, un 59% correspondiente a papeles, cartones y manufacturas, principalmente desde China y Estados Unidos.
En los hechos, en el país existe un modelo de producción de materia prima para abastecer a la creciente industria forestal orientada a mercados internacionales, pero que no se somete a evaluación ambiental. En esta parte es conveniente recordar que las plantaciones forestales no son bosques. Los bosques nativos son resultado de una historia evolutiva conjunta de todas las especies que forman parte de estos ecosistemas. En los bosques las especies interactúan entre sí y con el suelo, la atmósfera, el agua, los procesos geológicos, geomorfológicos, climáticos, ecológicos y biológicos. Frente a perturbaciones naturales o antropogénicas, los bosques nativos son capaces de recuperarse mediante relaciones coordinadas entre los seres vivos que los componen. Si un sitio que tenía bosque nativo y deja de tenerlo por alguna razón, ese sitio tiene aún la potencialidad de recuperar su condición de bosque en el tiempo si no hay intervenciones que impidan que eso ocurra. En los bosques nativos, las interacciones y complejidad de las relaciones entre los seres vivos y su entorno representan un interminable descubrimiento para las ciencias. Las plantaciones forestales, en cambio, son sistemas productivos al aire libre, con árboles plantados, generalmente de una misma especie, con el objetivo de producir madera como materia prima.
Sin embargo, se ha sostenido que bosques nativos y plantaciones forestales son sinónimos y equivalentes. Es decir, daría lo mismo si al hablar de superficies de bosques nos referimos a bosques nativos, plantaciones forestales, o “bosques plantados”, como se han descrito desde hace poco. Estas faltas de precisión omiten la abundante literatura científica que demuestra profundas diferencias, no solo semánticas y evolutivas entre bosques y plantaciones, como se describía anteriormente, sino relacionadas con las consecuencias ambientales de contar con bosques nativos ocon plantaciones forestales, no solo en Chile, sino en el mundo entero.
Las plantaciones forestales albergan menos biodiversidad nativa que los bosques nativos, disminuyen la disponibilidad hídrica, incrementan la presencia de especies exóticas, conllevan con frecuencia el uso de herbicidas, están sujetas al ataque de plagas, favorecen los procesos erosivos del suelo, incrementando la sedimentación en los cursos de agua, almacenan menos carbono que bosques nativos y cada día aparecen nuevos antecedentes que cuestionan su idoneidad como soluciones ante el cambio climático, y por el contrario, se señalan los riesgos con los que se asocian. El pino insigne ha sido clasificada como una especie exótica invasora en el país, y junto con los eucaliptus, son especies pirófitas que tienen su origen en zonas donde los incendios forman parte de la dinámica de regeneración de la vegetación. Presentan atributos que favorecen la propagación de incendios y su regeneración después de su ocurrencia. A su vez, en el ámbito socioambiental, las plantaciones forestales de grandes superficies tienen profundos impactos sociales, como la emigración, la pobreza y la conflictividad con las comunidades.
En ciertos climas de Australia, Sudáfrica, Brasil, Chile, España, China, India y Estados Unidos, las plantaciones de árboles de crecimiento rápido han disminuido la disponibilidad hídrica y la recarga de acuíferos, generando conflictos entre las plantaciones forestales y otros usos del agua. Tanto Australia como Sudáfrica, Brasil, China y Estados Unidos han invertido en investigación, evaluando el impacto hidrológico de las plantaciones, y en base a las evidencias, han desarrollado políticas públicas en materia forestal. Australia y Sudáfrica, en particular, han legislado para limitar las plantaciones forestales en áreas donde el agua es escasa. Actualmente, la mayoría de los países invierten en investigación para la adaptación al cambio climático, incluyendo los efectos de las plantaciones y las interacciones con el agua.
Es evidente que los planes de manejo de CONAF han resultado insuficientes al momento de evaluar, evitar, mitigar, compensar y reparar los impactos ambientales y sociales generados por las plantaciones forestales de especies exóticas en los territorios. Menos aún son capaces de advertir los desafíos a los que nos enfrentamos con el cambio climático. Es urgente entonces que las plantaciones forestales de especies exóticas sean evaluadas ambientalmente en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. De esa manera, se contaría con la necesaria transparencia hacia la ciudadanía sobre esta actividad, se podrían evaluar, evitar, mitigar, compensar y reparar los impactos ambientales y sociales, la actividad se realizaría con mayor rigurosidad y legitimidad y con las recomendaciones y criterios técnicos de los servicios con competencia ambiental. Y por último, pero no menos importante, se permitiría la inclusión de la ciudadanía en el proceso de evaluación de esta actividad industrial mediante la participación ciudadana. Esto es especialmente relevante, considerando que las plantaciones forestales no fueron descartadas explícitamente de las contribuciones climáticas de Chile ni del Plan Nacional de Restauración de Paisajes sometido a consulta ciudadana.