Pesca -¿prácticamente agotada?

El pescado es una de las piedras angulares de la seguridad alimentaria mundial. Es el producto natural más comercializado, sin embargo, la dependencia mundial de este producto es, de hecho, una amenaza para las poblaciones de peces. Muchas de ellas se  encuentran sobreexplotadas y el número de especies en esa situación se sigue incrementando.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Miles de años atrás, nuestros antepasados ya dependían de la pesca para alimentarse. En tierra firme la agricultura sustituía a la caza y la recolección como una forma de vida agrícola sustentable. Para quienes viven del mar, la pesca estaba y está orientada hacia un objetivo: la caza. Los que pescan no siembran, toman lo que hay.

Este comportamiento vinculado a la caza junto con la creciente demanda de pescado impulsada por el crecimiento global de la población han ocasionado que la de los peces se reduzca. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su siglas en inglés), casi 30% de los peces está sobreexplotado o incluso agotado debido a que su captura no es sustentable. Otro 58% se encuentra al límite de su sustentabilidad, lo cual quiere decir que aproximadamente 90% de la población de peces comerciales está agotada. No es posible seguirlas explotando. No toda la esperanza está perdida. Con una gestión inteligente de la pesca, la mayor parte de esas poblaciones puede recuperarse en cualquier zona en un periodo de algunos años o décadas. Hay ejemplos exitosos de ello en Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Noruega y la Unión Europea, donde muchas poblaciones de peces se han recuperado. En 2009, el 90% de los océanos de Europa se encontraba sobreexplotado; a la fecha esa cifra se ha reducido a 50%, en parte
debido a fuertes restricciones y límites a la pesca.


Sin embargo, no todas las poblaciones de peces se encuentran en una posición que les permita recuperarse rápidamente, aun si su explotación es sustentable. Algunas poblaciones de especies grandes, como el pez marlín (también conocido como pez vela), pez espada, tiburón y bacalao, se han reducido hasta 90 por ciento. Los delfines y las tortugas, víctimas accidentales de la pesca, están parcialmente amenazadas de extinción ya que no se recuperan con rapidez. Asimismo, muchas variedades de atún pertenecen a especies cuyas poblaciones nunca se recuperarán si su pesca continúa con la misma marcha. Su valor de mercado es tan alto que su pesca sigue siendo lucrativa, aun cuando pocas de ellas existan para poder ser pescadas. El atún rojo, también conocido como atún de aleta azul, tiene un alto valor que alcanza precios astronómicos en el mercado japonés. En 2013 una cadena de restaurantes japonés que prepara sushi compró un espécimen particularmente impresionante por 1.3 millones de euros. En total, 85% de la pesca de atún rojo proviene del Mar Mediterráneo y del total de su pesca mundial dos tercios va a parar a Japón.

Muchos países en desarrollo dependen en especial de la pesca, particularmente cuando ésta es la principal actividad económica. Se estima que hay aproximadamente 12 millones de pescadores a pequeña escala en el mundo. Por otra parte, aun cuando la pesca industrial únicamente emplea a 500 mil personas, sus operaciones atrapan (por persona) varias veces más producto que los pescadores artesanales con sus redes. Con embarcaciones adaptadas para la producción industrial, equipadas con tecnologías modernas como ecolocalización, aviones de reconocimiento y redes gigantescas, agotan los caladeros tradicionales. Estas embarcaciones enormes operan en todo el mundo y van en busca de los caladeros más rentables, como las costas del África Occidental, donde hay pocas regulaciones estatales y pueden dejar fuera de la competencia a las poblaciones de pescadores locales.

Otro problema enorme para mantener las poblaciones de peces es la pesca ilícita, no regulada e indocumentada (IUU, por sus siglas en inglés). Con ello nos referimos a la pesca con dispositivos prohibidos, en épocas no autorizadas o bien en áreas protegidas; también contempla la pesca de especies prohibidas o de las cuales se pesca más de lo permitido. La pesca ilícita comprende 31% de la captura mundial. Algunos propietarios de embarcaciones eluden los controles estatales navegando con banderas de conveniencia.
Otros aprovechan el hecho de que es muy difícil rastrear embarcaciones dedicadas a la pesca IUU en zonas como las islas y los archipiélagos de Indonesia.

Un fenómeno similar ocurre en el Mar de Bering, donde empresas rusas y chinas practican la pesca IUU. La tasa de ese tipo de pesca es de 33% y se estima que anualmente circulan 500 mil toneladas de pesca ilícita. Aun cuando la Unión Europea ha introducido estrictos controles portuarios, pescado capturado de forma ilegal termina en las mesas europeas.
Los intereses políticos también tienen una responsabilidad sobre la presión ejercida sobre las poblaciones marinas. 

Por ejemplo, durante años el temor del desempleo llevó a España y a Portugal a subsidiar de forma drástica enormes flotas pesqueras, esto ha acelerado la disminución de sus recursos pesqueros. Si las secretarías de pesca siguieran sistemáticamente las recomendaciones científicas y solo autorizaran la pesca de poblaciones de peces que les permitiera alcanzar, en el largo plazo, el rendimiento máximo sostenible (RMS), los recursos pesqueros mundiales estarían en constante crecimiento, lo cual, en realidad, no es así. Poner fin a los subsidios como el de los combustibles sería un buen inicio.