“Como ciudadanos también ejercemos política a la hora de decidir qué comemos”

El pasado jueves se presentó el libro Atlas de la carne, publicado por la Fundación Heinrich Böll, en su versión para América Latina. El lanzamiento se dio en el contexto del 1er Congreso Latinoamericano sobre Conflictos Ambientales (CoLCA), en la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde participaron Ingrid Wehr, representante de la Fundación Heinrich Böll para el Cono Sur, Elba Stancich, presidente de Los Verdes, quien además colaboró como autora del libro, Soledad Barruti, periodista especializada en producción de alimentos, y Walter Pengue, profesor del Área de Ecología de la UNGS.  

 

El Atlas de la carne surgió a partir de investigaciones en Alemania en las que se trabajó con consumidores, productores y políticos sobre el aumento del consumo de carne en Europa y los impactos de la producción industrial de ganado. Esta semana el libro se presentó en Argentina con la intención de fomentar la discusión sobre las consecuencias que tienen las nuevas formas de producción de carne en América Latina.

    Ingrid Wehr dio inicio a la presentación del Atlas de la carne subrayando que “no es un panfleto a favor del vegetarianismo, sino que muestra que una decisión de consumo de carne no es algo privado, sino en realidad un asunto altamente político”. Hoy más que nunca, en un contexto de globalización, esta es una decisión que puede tener graves impactos en otras regiones del mundo, tanto desde el punto de vista social como medioambiental.

    Elba Stancich, quien colaboró como autora del libro, se refirió al aumento del consumo de carne que también se da en América Latina. “El libro da cuenta del modelo agropecuario actual, en el que el aumento del consumo de proteínas por parte de las clases medias está influyendo en el modelo agroexportador”, explicó Stancich, quien dio como ejemplo a Uruguay y Argentina, los dos países que mayor cantidad de carne consumen por habitante.

    La investigadora hizo un recorrido por la historia de la producción cárnica en Argentina. Recordó que a partir de finales de la década de los '90 se dio, por un lado, la expansión de la frontera agrícola debida principalmente a la soja, “con lo cual aproximadamente unas 13 millones de hectáreas que se dedicaban a pastoreo fueron reemplazadas por el cultivo de cereales-oleaginosas” y de esa manera se fue corriendo la frontera ganadera.

    Como consecuencia de esto, comenzó a expandirse en el país la producción intensiva de engorde a corral, conocido como feedlot, que fue desplazando a la agricultura familiar. De esta forma se generó una gran concentración de la producción cárnica en actores de empresas locales y también transnacionales que están directamente relacionadas con el agrobusiness. Stancich remarcó que en otros países de América Latina, como en México y Brasil, se pueden observar situaciones similares.

    “La publicación apunta a preguntarnos que si hay una tendencia al aumento del consumo de carne a costa de qué va a ser, y en todo caso plantearnos cómo sería una ganadería que sea sustentable y económicamente viable”, sugirió. Por ejemplo, se propone pensar de qué manera las políticas públicas podrían contribuir a que se fortalezca la producción de pequeños agricultores campesinos, que en países como Paraguay y Brasil tienen una producción de carne muy significativa, más sustentable, menos dañina para el medio ambiente e incluso beneficiosa para la salud de las personas.

    En ese sentido, el Atlas de la carne aporta información para reflexionar sobre el significado que le damos a los alimentos. “Como ciudadanos nosotros optamos y también ejercemos política a la hora de decidir qué comemos, a quién le compramos y qué tipo de modelo agroalimentario estamos favoreciendo o estamos exigiendo”, concluyó Stancich.

    Soledad Barruti, por su parte, definió al Atlas de la carne como un libro que cuenta la historia de un producto que pasó de ser prácticamente gratuito y sustentable, “porque es un animal que come pasto- que crece con el sol- y que camina en la tierra, y al mismo tiempo, genera ventajas de fertilización sobre el suelo”, a ser algo absolutamente insustentable y costoso para el medio ambiente.

    En resumen, según la autora de Malcomidos, se transformó en un negocio: “El gran negocio de darle de comer a esos animales, que es hoy lo que ocupa un tercio del planeta”. Como ejemplo, en Argentina, el 60 por ciento de la tierra está ocupada por granos para alimentar animales. Por otra parte, la periodista afirmó que la aparición de feedlots en Argentina tiene que ver con una conveniencia puramente de negocio que apunta a “dejar el espacio libre para que crezca soja, para que podamos exportar eso en una moneda de cambio extrañísima”.

    Barruti coincidió con Stancich en que este libro brinda las herramientas para entender el negocio de la carne y comprender que tenemos que generar una exigencia democrática para defender el modelo productivo que nos caracterizó: “A nosotros, como habitantes de Argentina o de Sudamérica, nos tiene que interpelar más que a nadie, porque básicamente estamos siendo depositarios de eso que ningún país gran consumidor se quiere hacerse cargo, que es cómo se alimentan esos animales que se súper producen”.

    En ese sentido, resaltó que una de las posibilidades que presenta el Atlas de la carne es poder trazar el negocio de la carne con números y datos concretos, y también destacó la intención de no ser un libro vegetariano: “Los grandes cocineros del mundo cada vez se vuelcan más a pensar a la carne casi como una guarnición de una comida, no como una comida en sí misma. Es un debate que se está dando en todos lados”.

    Finalmente, Walter Pengüe, profesor del Área de Ecología de la UNGS, destacó la cuestión de los bienes comunes: “Hay riesgos importantes respecto a cómo estamos utilizando esos recursos naturales, y particularmente si continuamos con estos hábitos de consumo”. Como ejemplo, propuso pensar el proceso actual en China, con respecto a los cambios en los hábitos de consumo de proteínas vegetales a proteína animales, en términos de la demanda de recursos -particularmente de tierras- que estamos teniendo.

    “Este tipo de costo ambiental, de demanda y de presión sobre el espacio, hoy día ya se está evaluando”, con lo cual resaltó que la forma en la que se presentan los datos en el Atlas es muy útil para cualquier esfera social, para la academia y para los educadores ambientales.

 

Destacados
Elba Stancich: “A lo que apunta la publicación es preguntarnos cuáles son las consecuencias de este aumento en el consumo de carne en el ambiente, en la salud de las personas, y cómo estamos viendo esto de acá a adelante”.

Ingrid Wehr: “El Atlas de la Carne viene a ayudar a tomar conciencia sobre los impactos negativos, tanto en el medio ambiente como en la sociedad, que tiene la producción de carne de forma industrial”.