La crisis actual que vive el mundo es similar –en origen- respecto de otras que hemos experimentado en los últimos 30 años: la de deuda externa del 82, la del 98 surgida en Asia y, la iniciada en Estados Unidos durante el año pasado. Todas ellas se han originado debido a "excesos", falta de regulación y malos manejos en los sectores financieros.
La crisis del 82 nace producto de la excesiva acumulación de deuda externa por parte de los países de América Latina, basada, entre otras cosas en un sesgo hacia un endeudamiento externo de corte monetarista neoliberal. Ésta fue la base posterior de los Programas de Ajuste Estructural que sirvieron de origen a la implementación de modelos liberarles en el Cono Sur.
La crisis del 98 en Asia se origina por la excesiva liberalización de los sistemas financieros, lo que aumentó la vulnerabilidad de las economías ante comportamientos especulativos, lo que a su vez facilitó la aparición de burbujas.
La crisis actual también proviene del sector financiero, donde la excesiva desregulación del mercado, permitió exacerbar la "creatividad" de los especuladores financieros en la creación de instrumentos de origen dudosos, pero de alta rentabilidad. Eso, hasta que ocurrió lo que ya es conocido por todos: esos "instrumentos financieros" no eran otra cosa que papeles con muy poco valor real.
Además del origen financiero, las tres crisis poseen algunos resultados comunes: en primer término, luego del derrumbe financiero inicial, éstas se transformaron en crisis de confianza, las cuales son más difíciles de manejar que la propia debacle financiera; en segundo lugar las tres han puesto en evidencia las fallas de los sistemas económicos liberales a ultranzas, cambiando la percepción respecto de los "exitosos" modelos económicos liberales –América Latina en los 80; los Tigres Asiáticos en los 90; y el modelo norteamericano hoy en día-. En tanto, el tercer factor común es que las crisis terminan afectando fuertemente a los países 2 más pequeños y subdesarrollados, que poco tienen que ver con las causas del problema.
Las Crisis en Chile
Aunque sea un frase repetida, es cierto que "Chile está mejor preparado para enfrentar la crisis económica mundial" de lo que ocurrió en crisis anteriores. Sin embargo, poco se ha señalado respecto a qué parte importante de la recesión en la que entrará Chile este año, se debe a los malos manejos económicos previos a la crisis americana.
Chile fue pionero en este tipo de crisis financieras. En el año 82, nuestro sistema financiero quebró producto de la fuerte desregulación de la banca comercial. Luego de ser privatizada, después del golpe militar, se liberalizaron las tasas de interés y se desregularon todos los aspectos comerciales y de riesgo. La diferencia con la crisis norteamericana es que en Chile el desequilibrio del sistema bancario llegó hasta la médula del sector: la banca comercial, mientras que en Estados Unidos, afecta principalmente a los banco de inversión y entidades dedicadas a la colocación de créditos hipotecarios.
Producto de la crisis del 82, el PIB chileno disminuyó en un 14,3%, el desempleo alcanzó al 23,7% y a su vez el gobierno decidió devaluar el peso en un 18%.
En el caso de la crisis asiática, las principales dificultades venían dadas por la alta dependencia de nuestra economía respecto de los mercados internacionales y la baja diversificación de nuestros destinos de exportación. Hasta ese momento Chile tenía una economía muy abierta, pero poco diversificada, lo que dio origen al concepto de los 3 tercios que hacían referencia a que nuestros envíos se dividían en: un tercio hacia Estados Unidos, otro para Japón y otro para Europa. En ese contexto, la caída de Asia se tradujo en reducciones de las exportaciones, en la caída del PIB a –0,9% y aumento del desempleo a tasas del 10%. La crisis se vio agudizada por el sobre-ajuste monetario aplicado por el Banco Central que casi duplicó la tasa de interés (pasando desde 8,5% hasta 14%) en respuesta al fuerte endeudamiento de las familias y a la especulación financiera.
La crisis actual nos toma en mejor pie, porque parte de las dificultades del pasado que gatillaron– o profundizaron- las crisis, hoy están resueltas. El sistema financiero está mejor regulado, las exportaciones más diversificadas y el endeudamiento está acotado. Además, el Banco Central posee reservas de dólares 3 por unos 25 mil millones y el Gobierno central acumula en las arcas fiscales casi 20 mil Millones de dólares, producto de los ahorros generados por los sucesivos superávit fiscales de los últimos 5 años. Pero lamentablemente, no basta con la solidez macroeconómica y financiera para enfrentar la crisis, porque la contracción de Chile se verá profundizada por problemas ligados a lo estructural de la economía, que se hacen más evidentes en los periodos de dificultades.
Problemas estructurales
La rapidez con la cual un país puede enfrentar las crisis económicas depende, en parte importante, de la capacidad que tenga para modificar estructuras y comportamientos económicos y sociales. En ese sentido se aprecia que sociedades más desiguales económicamente (y por ende, más concentradas en sectores específicos) tienen dificultades en la búsqueda de soluciones que permitan establecer una amplia base de modificaciones y beneficios para los sectores más afectados.
En particular, Chile tiene una sociedad con grandes desigualdades sociales y una profunda concentración económica que hacen más difícil la implementación de soluciones globales.
- Desigualdades sociales
La desigualdad de ingresos es el reflejo de un sistema de relaciones sociales surgido en los inicios de la República en Chile y que se ha extendido hasta hoy, traspasando la esfera productiva y desencadenando un cúmulo de consecuencias que reconocen como pilar una diferencia abismante en la distribución de los ingresos. Chile tiene uno de los niveles de desigualdad más altos del mundo. La medición del Gini nos sitúa como el duodécimo país más desigual en el mundo, en relación con los ingresos siendo sólo superado por países de África y Latinoamérica, con altos niveles de pobreza.
Durante los últimos 16 años hemos reducido la pobreza a más de la mitad y sin embargo, la desigualdad se mantiene inalterada. En efecto, en el 4 año 1990 la pobreza llegaba al 38,3% de la población, pero se ha reducido a 13,7% en el 2006. En tanto, la desigualdad medida a través del indicador 10/10, muestra en el año 1990 diferencia entre el ingreso del 10% más rico y el 10% más pobre era de 30,1 veces. Dicha cifra aumenta a 31,4 veces en el año 2006. Otros indicadores, muestran mejoras en la distribución, pero son leves cambios que no alteran la conclusión final: la sociedad chilena padece de desigualdad crónica.
Por cierto, esa desigualdad se expresa en otras medidas, por ejemplo, en la participación femenina en el mercado del trabajo (junto con las desigualdades salariales que de ella surgen, ya que las mujeres ganan, en promedio, un 70% del salario en comparación a los hombres del mismo nivel de educación). También se aprecian en la cobertura y las inversiones por alumno en la educación.
Con niveles tan altos de inequidad es difícil pensar que existan reales oportunidades para que los ciudadanos y ciudadanas logren mejorar sustancialmente su nivel de bienestar. En efecto, al observar las perspectivas de desarrollo humano en el largo plazo, el concepto de movilidad se torna fundamental para entender las enfermedades de la economía chilena. Durante los años noventa, Chile ha mejorado sustancialmente sus indicadores de movilidad social, aunque sigue siendo uno de los países con mayor rigidez para nuestro nivel de ingreso per-capita.
- Desigualdades Económica
La desigualdad social es la cara en el espejo de las desigualdades económicas que surgen de la creciente concentración que opera en determinados ámbitos de la economía. La concentración, mirada en perspectiva, es más preocupante que la Evolución de los indicadores de Desigualdad Series: Calculados a partir del ingreso autónomo 5 propia crisis económica actual, no sólo porque en periodos de crisis el nivel de concentración aumenta, sino también, porque ésta detiene el desarrollo productivo y el bienestar: La concentración puede reducir la presión de la competencia, pero también reduce el número de actores que capaces de resistir la productividad, la capacidad creativa y la innovación. En ese sentido, es preocupante la caída en la inversión en capacidad productiva de Chile y, en consecuencia, se está comprometiendo la posibilidad futura del país de generar mayor ingreso y empleo. Esto se hace patente en las cifras de crecimiento de la economía chilena después de la crisis asiática: Chile es considerado como una “economía emergente” y sin embargo, ostenta tasas de crecimiento potencial (5%) muy menores a las de economías clasificadas en dicha categoría. Parte de esos problemas son provocados por la concentración del poder económico que está presente en diversos sectores, dentro de los cuales destacan dos:
El primero está asociado a la distribución minorista (retail) (supermercados, tiendas por departamento y mercado ferretero) que está en manos de tres grupos, que dominan cadenas de tiendas y supermercados, con claras señales de colusión y prácticas poco transparentes y competitivas con sus proveedores.
El segundó al sector financiero: tres bancos concentran el 70% o más de las colocaciones, y la tasa de interés que aplican tiene un tope ejercido por la regulación que es extremadamente elevado.
A estos sectores se suma la concentración existente en las farmacias, con el conocido escándalo reciente de colusión, aerolíneas, salud privada, Administradoras de Fondos de Pensiones, televisión privada, telefonía (fija y celular) y elaboración de lácteos, por nombrar algunos.
A su vez, si se miran los grandes grupos económicos, se aprecia que estos tienen una presencia transversal en diversos sectores de la economía chilena, forestal, minería, pesca, agro exportación, energía, comerció minorista y bancario lo que aumenta la concentración.
El problema de la concentración no sólo se remite aspectos económicos, sino que es la demostración de problemas políticos asociados: el aumento del poder político de las grandes empresas, que deriva el traspaso de poder desde Estado a las empresas; en la dificultad para revertir los altos grados de concentración; y en último término, en la debilidad del Estado para regular la actividad económica. Así, el Estado queda atado de manos esperando, ingenuamente, que la autorregulación, derivada de los movimientos de la mano invisible, permitan corregir las irregularidades y las fallas de mercado. 6 En resumen, Chile tiene una institucionalidad de regulación bastante débil que dispone de muy limitadas herramientas para poder contrarrestar este poder de mercado en manos de pocos agentes privados. • Problemas específicos A los problemas estructurales, debe agregarse dos problemas vividos durante el último año. El primero es la inflación. Si bien parte importante del alza de precios experimentada durante 2008 era importada, proveniente del alza del petróleo y los alimentos, los incrementos en mercados regulados -servicios básicos- potenciaron dichas alzas. Esto derivó en problemas de costos y asignación de recursos en el mercado interno. El segundo problema fue la caída del tipo de cambio que se vino a incrementar por problemas de asignación de recursos. En efecto, el fortalecimiento del peso chileno provocó el incremento de las importaciones, el desplazamiento del consumo en el mercado interno, sustituidos por productos extranjeros, y debilitó la posición de los productores chilenos que colocan sus productos en mercados extranjeros. En el fondo, la caída del tipo de cambio -y la tardía utilización de la política cambiaria por parte del Banco Central- fue la primera causa de debilitamiento de la inversión que afectó a los sectores exportadores no tradicionales y que hoy se ve potenciada por la caída en la demanda mundial. Con estos elementos –estructurales y de coyuntura- se configuró un mal escenario para enfrentar la crisis mundial: nos paramos ante ella con una economía concentrada, desigual, que creció durante 2008 gracias a las importaciones baratas, con alta inflación interna y con sectores productivos debilitados por la mala combinación de tipo de cambio bajo, y altos costos de los insumos energético, ¿algo más? Sí. Una política económica que seguía confiando mucho en los fundamentos macroeconómicos, pero que actuó tardíamente con medidas para enfrentar la crisis. La política económica Las políticas públicas, tanto la fiscal como la monetaria están gestionadas por equipos que han tomado medidas con bastante rezago, especialmente por parte del Banco Central, y aún se sigue pensando que Chile tendrá un crecimiento bajo, pero que no habría recesión. 7 El Central cometió dos errores que hoy se ven reflejados en las magras cifras económicas de crecimiento. Por un lado, permitió la caída del tipo de cambio a niveles que están desalineados con el precio del dólar de largo plazo, generando incertidumbre en los sectores productivos y en segundo término, sobre-reaccionó ante las alzas de la inflación, aumentando la tasa de interés en 2 puntos porcentuales durante 2008, (desde 6,5% a 8,5%) desalineándose completamente de lo que ocurría a nivel internacional donde los países, reconociendo que la inflación era un fenómeno global no asociado a demanda interna, decidieron bajar los tipos de interés. Por cierto, esta diferencia de tasas potenció –aun másla caída del tipo de cambio. El Central, se cobijó en la incierta situación internacional para justificar una posición conservadora en materia económica, lo que se ha reflejado en una acción tardía por parte de las autoridades monetarias para bajar la tasa de interés. Recién en la reunión de enero 2009 se inició la baja de tasas de interés, pero ya será demasiado tarde. El gobierno reaccionó más rápido ante la crisis que el Banco Central, pero las políticas siguen siendo limitadas, considerando los problemas mencionados anteriormente. El parlamento aprobó un plan de 4 mil millones de dólares para reactivar la economía, pero es dudosa la capacidad del plan para generar empleo y actividades productivas. Esto porque la eliminación del impuesto de timbres y estampillas, la reducción de los pagos provisionales y la devolución anticipada de impuestos pueden ser una forma de generar más liquidez en las empresas, pero no fomentan la demanda agregada. Tampoco aseguran la retención de trabajadores o la generación de nuevos empleos. En tanto, el bono –entregado en marzo - de 40 mil pesos (unos 65 dólares) por carga familiar que benefició a más de un millón 700 mil familias, permitió mitigar en parte los impacto de la crisis. A éste se agrega el Bono extraordinario de invierno, anunciado por la presidenta el 21 de mayo, que será del mismo monto, pero con una cobertura más amplia ya que llegará a más de 4 millones de personas. Ambos bonos son un gran alivio, pero lamentablemente no revierten la precaria situación laboral de los sectores menos capacitados. También se espera que los US$700 millones, que vas a ser destinados a inversión pública, tengan un impacto limitado, sobre todo considerando que no se puede olvidar que la incidencia del Estado en la economía se ha reducido, en ámbitos como la inversión. La participación del gasto público no representa más allá del 8 15%, y en materia de gasto corriente este bordea el 12% del gasto de consumo total. Los mecanismos de protección social son también muy restrictivos, y no están pensados más que para proteger al trabajador cesante por seis meses como máximo. Es decir, es un sistema de protección que apoya a los trabajadores inmersos en el mercado laboral formal, no a los sectores informales que son los más necesitados. La restricción del empleo, se transferirá a los modelos financieros de casas comerciales y también al sistema bancario, y veremos entonces problemas en la cadena de pagos que serán adicionales a los que provienen de empresas con problemas de liquidez y otras de solvencia. Impactos Económicos En síntesis, 2009 se presenta con una alta probabilidad de ser un año recesivo, en el que el PIB tendrá una caída en torno al 2-3%, con un desempleo que podría llegar a superar el 12-13%, y con problemas asociados a la cadena de pagos, producto de procesos restrictivos del consumo, de aplazamientos de más de un año de proyectos de inversión y de la caída del valor y del volumen de las exportaciones por la recesión mundial. Sólo a partir del segundo trimestre de 2010 podría comenzar a revertirse esta situación. Si tomamos un referente reciente, como la crisis asiática, que llevó a la economía chilena a una mini recesión en 1999, cuando el PIB cayó 0,9%, y el mundo tuvo una turbulencia que desaceleró a las economías más grandes, hoy la crisis es seria, y abarca al mercado financiero y a la economía real. Se espera que USA tenga una caída del orden de 3 a 4%, y Europa pronostica una baja de su PIB entre 2 y 3%, por lo cual en Chile es altamente probable que también tengamos recesión. Los pronósticos más optimistas de analistas de Chile esperan un crecimiento nulo, pero la cruda realidad nos llevará a una caída que puede ser de 3% o más. El gasto de consumo se resentirá por las alertas reales de desempleo, por la restricción de mercados externos, y porque la inversión tendrá una fuerte caída. No hay que olvidar que los proyectos que se han postergado eran de empresas mineras y energéticas, que frente a la recesión mundial, en Chile no retomarán sus proyectos sino que hasta fines de 2010. Sin duda, la dimensión social de la crisis emergerá con mucha fuerza en el tercer trimestre de este año, ad portas de la elección presidencial. Pero, el contexto de 9 una contienda política no aporta mucho para la solución de los problemas derivados de la crisis. Por un lado el gobierno hará uso político de las medidas reactivadotas de corto plazo y de impacto limitado; mientras que por otro, la oposición cuestionará las políticas y presionará al gobierno para avanzar en políticas pro empresas, como la mayor flexibilidad laboral o la búsqueda de tramitaciones rápidas para proyectos emblemáticos con fuerte resistencia ciudadana, como el proyecto Hidroaysén. Asimismo, se observa como los grupos económicos presionan por beneficios tributarios, bonificaciones pro empleo, o aprobación de proyectos para mantener sus empresas funcionando y así no aumentar la tasa de desempleo. Lamentablemente, durante los periodos de crisis económica, uno de los grandes perdedores son los movimientos sociales que se ven desplazados por la coyuntura. Es peligroso que en estos contextos la bandera de la protección del empleo o la inversión pasen por encima de otras consideraciones, pero la experiencia muestra que en épocas de incertidumbre, los movimientos sociales reducen sus demandas y se muestran más proclives a soportar la mantención (o reducción) de los beneficios sociales o laborales. En este contexto, la crisis actual no difiere de las anteriores en cuanto a las formas de enfrentar los desafíos que de ellas surgen. Es más, las propuestas que se han planteado para hacerle frente van justamente en la línea de dicha experiencia: utilizar el pretexto de la crisis para que los ciudadanos toleremos cambios en las condiciones del juego, o para que las empresas aprovechen esta coyuntura para exigir relajamiento de condiciones ambientales y laborales. Así, durante los primeros meses de esta crisis se ha propuesto, por ejemplo, más flexibilidad laboral, reducción de impuestos, fast track a la aprobación ambiental de proyectos energéticos y cambio en las negociaciones colectivas. Nadie duda de los impactos que la crisis financiera mundial tendrá sobre nuestro país y, por lo mismo, es necesario plantear mecanismos eficientes para enfrentarla, pero no deben ser los trabajadores o el medio ambiente los que paguen los costos de la mala gestión financiera internacional. La mirada debe estar puesta en resolver los problemas estructurales que atoran el desarrollo junto con medidas audaces que permitan generar empleos estables e inversiones sustentables. La solución de las primeras depende de la combinación de voluntad política, por lo tanto, son difíciles de revertir en el contexto de un sistema político poco participativo, como el chileno. Las segundas, en cambio, sólo requieren la audacia del gobierno, que debe dejar de lado el complejo de país del tercer mundo, porque en materia económica hemos actuado con restricciones 10 autoimpuestas que se basan en enseñanzas aprendidas de países que, hoy por hoy las han dejado guardadas en el baúl.