La perspectiva de género en la agenda del G20

Los organismos internacionales tienen un renovado interés por la agenda de géneros y sexualidades. Asistimos en la actualidad a la incorporación de agendas de inclusión, empoderamiento y emprendimiento en organismos que toman decisiones (vinculantes o no) a escala de la gobernanza global como lo son la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo de los 20 (G20).  ¿Qué hace atractivo este renovado interés? ¿Cuál es la relación para pensar este interés mientras que en el mundo asistimos a un escenario feroz, donde se profundizan los fascismos (con Brasil como laboratorio de la desregulación democrática a la cabeza), dónde el ataque vía el discurso de la “ideología de género” socava la posibilidad de la justicia de género e incrementa los fundamentalismos, ¿de donde la profundización neoliberal se nutre de nuevos mecanismos de mercantilización de la vida, donde la crisis migratoria adormece toda capacidad de humanismo y jerarquiza las vidas, donde toda vida no humana está amenazada, donde los programas de austeridad y ajuste fiscal estructural no pueden dar respuesta a la crisis civilizatoria sino que la profundizan?

Este interés tuvo una alerta para la sociedad civil. En diciembre de 2017 se llevó a cabo la Cumbre Ministerial de la OMC que se realizó en Argentina. Un espíritu que -ahora- se reitera para el W20 (grupo de afinidad de mujeres del G20) es el de “empoderamiento económico” de las mujeres. En aquella oportunidad la Cumbre Ministerial redactó una declaración como único punto de acuerdo al que pudieron alcanzar un puñado de naciones en medio de la crisis multilateral y la guerra comercial en la que están inmersas las mayores potencias mundiales. Esta declaración se mostró como un consenso de las naciones y organismos participantes. Sin embargo, alrededor de 200 organizaciones[1] de la sociedad civil, de mujeres y feministas enviaron una carta urgente a los gobiernos miembros de la OMC, solicitando a los estados parte de ese organismo se abstengan de adoptar la propuesta de la "Declaración conjunta sobre comercio y empoderamiento económico de las mujeres" argumentando que “la Declaración propuesta no aborda el impacto adverso de las normas de la OMC sobre la mujer y, en cambio, parece estar diseñada para enmascarar los fallos de la OMC y su papel en la profundización de la desigualdad y la explotación”. Ahora, bajo la iniciativa del W20 y el G20, reaparecen estas propuestas.

¿Qué es el W20?

Los grupos de afinidad son espacios creados por el G20. Están conformados por organizaciones de la sociedad civil y son presididos por parte de organizaciones o individuos convocados formalmente por el Sherpa del país que ejerce la presidencia del G20. En concordancia con las agendas de los organismos multilaterales, el 2015 comenzó a trabajar formalmente bajo la presidencia de Turquía el grupo específico Woman20 (W20) dentro del G20. Cada grupo trabaja en pos de generar una serie de recomendaciones con el objetivo de fijar posición bajo las cuestiones preferenciales abordadas en las líneas de trabajo generales que define la presidencia para cada año y las propias prioridades propuestas por cada grupo. Sin embargo, estas recomendaciones no son vinculantes, solo son consideradas por el G20 en sus discusiones y negociaciones.

En específico, la conducción del W20 para Argentina, liderado por Susana Balbo empresaria vitivinícola y ex diputada por Mendoza, priorizó los temas de la inclusión laboral, financiera, digital y el desarrollo rural de las mujeres que se intersectan con los tres ejes generales que definió el gobierno de Argentina para 2018: futuro del trabajo, infraestructura para el desarrollo y futuro alimentario sostenible.

Un punto importante ante el avance de los feminismos en la región latinoamericana es pensar la retórica de la consideración de la perspectiva de género para el W20. Si bien es un foro que se alza bajo el emblema de la equidad de género, sus referencias entienden como único sujeto a las mujeres, dejando un amplio arco de subjetividades que son necesarias a la hora de pensar en la ampliación de derechos y oportunidades y a las que las relaciones de género y la violencia machista les afecta especialmente: las personas trans, travestis, lesbianas, bisexuales, no binaries y otras identidades de la disidencia sexual.

La agenda del W20 para el 2018

Los ejes del W20 son sumamente sensibles a la agenda de las mujeres y personas LGBTIQ. Sin embargo, algunas preguntas son necesarias habida cuenta de la apropiación de los feminismos por los intereses corporativos ¿de qué tipo de “inclusión” se habla? ¿Qué tipo de participación en la discusión tienen la amplia gama de los feminismos? ¿Cómo se abre a la discusión popular estas agendas globales?

Uno de los principales postulados de la agenda de inclusión laboral del W20 para contribuir a cerrar las brechas de género es alcanzar la meta de aumentar la tasa de participación mundial de las mujeres en el mercado de trabajo en un 25% (hoy esa brecha asciende a un 26,5% de diferencia con los varones a nivel mundial) y de esta manera contribuir al crecimiento[2] del PBI mundial en un 26% para 2025. Hay diferencias sustanciales y que para cerrar tales brechas los gobiernos tienen que trabajar en pos de políticas consecuentes. Estiman un 27% de brecha salarial por debajo de los hombres y que el 55% de las mujeres en todo el mundo no tiene ingresos propios.

¿Es posible ese crecimiento de la participación sin pensar en la carga global de trabajo, esto es, el tiempo de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que hacen las mujeres y que también soportan las disidencias sexuales en el rol asignado por la sociedad a sostener el cuidado? La inserción de mujeres y disidencias sexuales en el mercado de trabajo es estratificada y no homogénea. En este sentido, hay grupos de mujeres -aunque son reducidos- que pueden alcanzar trayectorias laborales estables, ingresos altos o disputar puestos de dirección y jerarquía. Sin embargo, las estadísticas constatan que existen certeras diferencias en la división sexual y racial del trabajo de acuerdo al entramado de clase, y donde las mujeres, trans, travestis, lesbianas, bisexuales, no binaries y otras identidades disidentes sexuales, trabajadoras racializadas, negras, rurales, migrantes, de pueblos originarios, son quienes se encuentran en una mayor situación de precariedad, que existe una mayor tasa de desempleo (cuando estas pueden decidir trabajar remuneradamente) y que participan en una mayor cuantía de trabajos informales, mal pagos y con menor protección social y beneficios.

Muchas autoras, desde la economía feminista, constatan que la mayor carga global de trabajo (remunerado y no remunerado) es un impedimento para la plena participación en actividades que generen ingresos monetarios. En este sentido una agenda en pos de mejorar las diferencias sustanciales en las vidas de las mujeres y personas LGBTIQ implica el compromiso con políticas públicas estructurales que revelan la actual organización social del cuidado entre Hogares, Estado y Mercado y entre cis-varones y no cis-varones.

La actual organización social del cuidado se constata como uno de los principales vectores de reproducción de la desigualdad. En ese sentido, la inclusión laboral sin políticas públicas que garanticen una redistribución más justa conlleva no solo una redistribución injusta de los ingresos sino también del uso del tiempo que tienen efectos diferenciales en las trayectorias de vida.

Si bien luego de una larga ronda de discusiones durante 2018 el W20 incluyó en una de sus recomendaciones “adoptar todas las medidas apropiadas para reconocer, reducir y redistribuir la carga desproporcionada de cuidado no remunerado y el trabajo doméstico de las mujeres, incluida la provisión de infraestructura y servicios públicos” desde los feminismos populares se pone sobre el tapete la contradicción entre estas recomendaciones y las políticas de profundización neoliberal que llevan adelante los gobiernos que integran el G20. La conjugación la mayor explotación en el trabajo remunerado y el sostenimiento de las condiciones del cuidado de la vida a través de las mujeres y las disidencias sexuales se utilizan como ventaja comparativa para garantizar las ganancias de las corporaciones tanto porque garantizan una tensión a la baja de salarios como porque garantizan gratuitamente las condiciones de reproducción social de lxs trabajadorxs para que día a día vuelvan al mercado en condiciones para poder participar plenamente. Asimismo, la inserción precaria de la mayoría de las mujeres y disidencias sexuales se suma a las realidades de contextos nacionales con infraestructuras y políticas públicas endebles que generan una reproducción social estratificada exacerbando las desigualdades estructurales y las jerarquías de clase, raza, etnicidad y género. Al mismo tiempo, los programas de ajuste estructural pueden incrementar aún más las jornadas de trabajo no remunerado cuando estos programas de austeridad limitan a los Estados en los espacios de política fiscal para la realización de políticas públicas en pos de revertir estas estructuras

El trabajo del futuro o futuro de trabajo

Las perspectivas de las agendas de los organismos internacionales tienden a asociar la posibilidad de mejora de las condiciones de vida en la inclusión de “los trabajos del futuro”. Esta agenda conlleva la profundización de la carrera a la baja de los estándares laborales (salarios, jornadas de trabajo, derechos históricos) bajo el eufemismo de la flexibilidad laboral como un sentido de modernización, con la utilización de nuevas tecnologías para el trabajo y el aumento y control de la productividad (en especial vía aplicaciones y algoritmos) y la reducción de costos a través de la imposición e utilización de los propios insumos y recursos materiales de lxs trabajadorxs.  En el mundo hay 200 millones menos de mujeres que de hombres que acceden a un móvil celular y 250 millones menos que hacen uso de Internet. Esta diferencia refleja la desigualdad en el acceso que implica desigualdades de oportunidades. Sin embargo, estas desigualdades se establecen en esta agenda como la dificultad de empoderamiento económico, la “escalabilidad de sus negocios” y el hacer mas lenta de la generación de riqueza, con el argumento de que la participación en el mundo digital es una condición básica para ingresar al mercado laboral y mejorar la calidad de vida de las mujeres. Ahora bien, estas dinámicas se dan al mismo tiempo que se busca fragmentar la capacidad de encuentro, empatía y organización entre trabajadorxs, por ejemplo, con la deslocalización de los lugares de trabajo y donde se fomenta los slogans de emprendimiento y autogestión y control individual cómo “sé tú propix jefx”. 

Dos principios rectores del W20 pero también de las nuevas narrativas de estos organismos son el empoderamiento y el emprendimiento como retóricas per se buenas para todas las mujeres. Tithi Bhattacharya, nos dice que la idea de “empoderamiento” evita la pregunta de quién es la que se empodera y para qué fines, estas son las preguntas que el neoliberalismo silencia. El W20 le habla a las mujeres como pequeñas empresarias de su propia vida, aquí la idea del empoderamiento se relaciona como el poder del éxito y también de la meritocracia.

Las nuevas formas de neoliberalismo implementan como modalidad el poder de captura: recursos, discursos y modos de vida, todo puede ser apto para la mercantilización. La apropiación del discurso del empoderamiento, discurso que los feminismos supieron construir desde sus bases ante el patriarcado reinante vuelven a instrumentalizar la agenda de derechos de las mujeres ya que intentan mostrar a estos organismos sensibles al género con una retórica construida en años de movimiento. Esto no tiene un correlato con la realidad, ya que utiliza la visibilidad y la potencia de una de las luchas que hoy está revolucionando al mundo desde las diferentes conexiones internacionales como el #WomanMarch, el paro internacional de mujeres, los #NiUnaMenos y el #Metoo. Es notable la transparencia en la tensión que incurren las menciones sobre equidad de género, y que se traducen en el compromiso de acciones tibias o insuficientes para modificar las desigualdades estructurales, y los compromisos de ajuste fiscal y liberalización de las economías que disminuyen la capacidad de los Estados para hacer política pública y regular en pos de regímenes comprometidos con el bienestar popular. Esto implica la mediatización e instrumentalización de las agendas. Si estas se dan en contextos de ajuste estructural, precarización y endeudamiento no podrá existir tal empoderamiento. El empoderamiento sin garantía de derechos económicos, sociales, culturales y políticos para toda la ciudadanía, es tan sólo una cáscara vacía.

Miradas críticas desde la Economía Feminista

Una mirada feminista sobre el G20 no puede menos que ser crítica de este espacio, de las decisiones que en él se toman, y de la visión que tienen cuando se plantea como “el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política: aborda los grandes desafíos globales y busca generar políticas públicas que los resuelvan”. ¿Cuales son estos grandes desafíos globales? Desde la economía feminista y desde la perspectiva de la sostenibilidad de la vida podemos decir que hoy el gran desafío global es la crisis civilizatoria.
Las crisis que estamos viviendo no comienzan con los diferentes estallidos financieros, sino que se trata de una crisis multidimensional y civilizatoria: de reproducción social, de cuidados, ecológica, que preceden (los sucesivos) “estallidos”. Se habla de una crisis civilizatoria, no porque el sistema vaya a derrumbarse en lo inmediato sino porque atraviesa todas las estructuras (políticas, sociales, económicas, culturales, nacionales), y porque la crisis afecta a las construcciones éticas y epistemológicas más básicas (crisis de sentido en torno a la propia comprensión de nuestra vida), las estructuras de protección social y los regímenes de bienestar sean cuales sean los existentes.
Mirado desde la sostenibilidad de la vida se habla de crisis cuando los procesos que regeneran la vida quiebran o se ponen en riesgo. La crisis de reproducción social impide a amplios sectores de la población tener capacidad de acceder a los recursos necesarios para garantizar el desenvolvimiento de la vida personal y familiar y su inclusión como ciudadanxs con plenos derechos. Pero también implica una crisis de los cuidados, una crisis que, a través del uso diferencial del tiempo, exacerba las desigualdades sociales vía una reproducción estratificada. La reproducción social, física y emocional se asientan en jerarquías de clase, raza, etnicidad y género y se sitúan en una economía global, en contextos migratorios y en la capacidad de mercantilizar las tareas de reproducción y en la capacidad de los Estados de brindar servicios públicos y protección social. Pone en tensión ya no los procesos entre el capital-trabajo sino entre el capital y la vida. En este sentido. las políticas globales de libre comercio e inversión, los foros como el G20, se presenta lejanos a nuestras realidades, pero tienen impactos en la vida cotidiana y no son neutrales a las relaciones de género. El poder corporativo avanza en una arquitectura global de la impunidad. Sin embargo, las respuestas desde los feminismos por una vida más vivible no se dejan de escuchar y plantean alternativas.

Un foro para enfrentar al poder corporativo

Desde Argentina, en articulación regional e internacional, las feministas analizan estas propuestas alternativas al #G20. Desde el trabajo mancomunado, feministas de diferentes tendencias políticas y formas de organización sensibilizadas por las cuestiones de violencia económica, crearon el segundo Foro Feminista Contra el G20 (el primero se organizó a principios de octubre cuando sesionó el W20), apostando a pensar la desmercatilizacion de la vida y construyendo redes frente a un capitalismo que busca endeudarnos, privatizar nuestros derechos y feminizar la pobreza.

Las actividades realizadas en la Ciudad de Buenos Aires el Foro[3] se basan en cuatro instancias de participación y acción: un seminario internacional “Mundo en convulsión: turbulencias financieras, políticas y tecnológicas. Una perspectiva feminista”, organizado por la Red de Género y Comercio; una Escuela de Economía Feminista “Narrativas y Resistencias ante el capitalismo financiero y el poder de las corporaciones”, organizado por la Red de Feministas del Sur Global DAWN co-organizado por el Espacio de Economía Feminista en la SEC; el lanzamiento de la Campaña: “Nuestro Cuerpo, Nuestro territorio : Procesos de expropiación capitalista e criminalización y amenazas a lxs defensoras de los derechos de las mujeres y personas LGTBNB[4] en este contexto” y el Conversatorio sobre Economía Digital “¿Es posible la revolución feminista en tiempos del 4.0?” y por último un conversatorio internacionalista, un Tribunal Ético Popular, Antirracista y Feminista a las políticas del G20 y una Asamblea Popular Feminista Internacionalista frente a las políticas del G20 para pensar alternativas.

 

[1] Los grupos de derechos de las mujeres piden a los gobiernos que rechacen la Declaración de la OMC sobre "Empoderamiento económico de las mujeres" http://www.socialwatch.org/es/node/17958

[2] El trasfondo de esta idea es un estudio del Banco Mundial del año 2013 que estipula que las mujeres son más eficientes en el mercado de trabajo y eso redundaría en un aumento de productividad para las empresas y para la economía.

[3] Puede consultar todo el cronograma en la siguiente página https://www.facebook.com/forofeministacontraelg20/?ref=br_rs

[4] Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e identidades No Binarias