Energía como una oportunidad de asociatividad y desarrollo local. Algunas lecciones del proceso de transición energética alemán

En mayo de 2018, el ex ministro de Energía Máximo Pacheco presentó su libro “Revolución Energética en Chile”, un resumen de la política energética chilena de 2014-2017, período en que el país pasó de generar un 5% de su electricidad con fuentes renovables no convencionales a un 18%. En noviembre de 2018 la inyección de centrales ERNC fue de 1.221. GWh, que equivale al 20% de la generación total. El desglose de ese 20% es un 9% de energía solar, 7% de eólica, 2% centrales mini hidráulica de pasada, 2% biomasa.
Este rápido incremento en el uso de las energías renovables, ha sido celebrado por agencias de energía, prensa internacional. Entonces cabe hacerse la pregunta ¿Cuáles han sido las razones de este gran crecimiento?

1.- Caída de los precios ERNC: De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía Renovable, “Costos de generación de energía renovable en 2017”, los costos totales de los proyectos de energía solar fotovoltaica cayeron entre 2010 y 2017 un 73% considerando toda la vida útil del proyecto (metodología LCoE). Los costos totales instalados de los proyectos de concentración solar de potencia (CSP) 33% en en el mismo período. Mientras que los costos de instalación de los proyectos eólicos en tierra se redujeron en un 22%.

2.- El potencial en energía solar y eólica: Chile tiene un enorme potencial para el desarrollo de energías renovables, los que se calculan en 1.865.000 MW para energía solar, eólica e hidráulica. El desierto de Atacama tiene uno de los mejores niveles de radiación solar del mundo.

3.- Política Energética: El gobierno chileno desarrolló un decidida política pública de corto, mediano y largo plazo que se plasmó en la Agenda Energía 2050. Esta fue presentada en 2014, e incluyó metas, nuevo rol del Estado, impuestos al carbono, y una nutrida agenda legislativa. Tener una política energética clara, más allá de sus aspectos positivos y negativos, sin duda otorgó certezas para las inversiones del sector.
4.- Subastas: Las subastas de energía obtuvieron a 2017 un precio 75% inferior que en 2013, a un precio promedio de $32.5 MWh. El sistema de subastas por bloques horarios ha sido alabado y copiado en otros países. Hay dos bloques definidos por tiempo: horariamente y trimestralmente. Si bien las subastas han sido definidas como neutrales tecnológicamente, han sido establecidas de modo tal que benefician ciertas tecnologías como las solares en los bloques horarios diurnos, y la hydro y eólica en los bloques de temporada (trimestrales). Este formato permite tecnologías intermitentes para maximizar su potencial sin tener que incorporar las aún costosas tecnologías de almacenamiento energético.

El rápido despliegue de las energías renovables en Chile sin duda tiene muchos efectos positivos, sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Resulta demasiado apresurado hablar de revolución energética en el país, cuando aún sobre un 50% de la capacidad instalada eléctrica de Chile proviene de fuentes fósiles -el sector energético es responsable de aproximadamente un 70% de los gases efecto invernadero del país-  y las termoeléctricas a carbón han producido zonas de sacrificio donde ecosistemas son destruidos y los derechos humanos de la población son vulnerados a diario.

Lo que ha sucedido en el país durante los últimos años es un cambio tecnológico importante en el sector energético, pero no ha significado un cambio del paradigma respecto del rol de la ciudadanía, en participación, poder de decisión ni menos aún su rol activo en generación de energía. Esto a pesar de la gran ventaja que las ERNC representan para el desarrollo de proyectos a escala local por parte de la comunidad.

Los cambios institucionales para el sector energético, como las subastas, fueron dirigidas sólo a grandes compañías. Mientras la capacidad instalada del país es de 23.131 MW, los proyectos de autogeneración residencial o generación distribuida acogida al sistema de facturación neta de la ley 20.571 (que fue reformada en 2018), es de sólo 23 MW, es decir un 0.1% de la capacidad instalada total del país. Por otra parte, están los pequeños medios de generación distribuida (PMGD) que poseen una regulación especial desde 2005 y que incluye proyectos hasta 9 MW, según cifras compartidas por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles, hasta fines de 2017 en Chile había un total de 158 proyectos PMGD (de los cuales 122 corresponden a energías renovables), y que en total aportan aproximadamente 441 MW a nuestro sistema eléctrico.
Las cooperativas energéticas en Chile aún son incipientes. La principal razón porque la ciudadanía no juega un rol más activo en la generación energética mediante fuentes renovables, es la falta de políticas públicas -más allá de algunas muy acotadas como el plan comuna energética- que realmente incentiven la masificación de la energía en manos ciudadanas. Políticas como fijación de tarifas por un período determinado (feed in tariff) o medición neta (net metering) y una regulación específica para las cooperativas energéticas que fomente su constitución y operación, son los grandes ausentes en las políticas energéticas que han implementado los últimos gobiernos.

Justamente en el desarrollo de proyectos energéticos ciudadanos y comunitarios la experiencia alemana ha sido particularmente exitoso. Si bien en muchos casos hay contextos culturales, sociales y económicos distintos, también es posible encontrar varios elementos que observar principalmente en materia de política energética e incentivos a la asociatividad ciudadana en torno a la energía.
 

Energía en manos ciudadanas en Alemania
 

Durante la primera semana de junio de 2018, una delegación de Argentina, Chile, Colombia y Cuba estuvimos en distintas ciudades alemanas aprendiendo sobre la transición energética alemana, especialmente el importantísimo rol que han jugado las cooperativas y ciudadanía en general para el gran impulso de las energías renovables en Alemania. También pudimos compartir y aprender sobre la realidad latinoamericana y comparar los procesos y experiencias en materia energética de los distintos países.

Si bien se sostiene que la transición energética alemana comenzó en los años 70 con la resistencia a la energía nuclear, el impulso fundamental ocurrió el año 2000 con la ley de energías renovables con metas de inserción e incentivos, esta ley ha tenido sucesivas actualizaciones. El documento clave de la política energética alemana o “Energiewende” fue presentado en 2010, la base se sostiene sobre la ley de renovables, prioridad de suministro y fijación de tarifa para cooperativas y minoristas. En Alemania, el 42% de la energía renovable instalada en 2017 fue gracias a los ciudadanos y las cooperativas de energía. Las cooperativas energéticas pasaron de ser sólo 8 el 2008 a 855 diez años después y su masificación ha significado la pérdida de poder de las 4 grandes corporaciones energéticas al diversificar y desconcentrar la propiedad de la generación energética. Normalmente en las cooperativas participan inversores desde 100 a más de 3.000 euros, siendo el promedio del aporte 3.652. Las cooperativas invirtieron 1,8 billones de euros y tienen 1 GW instalado de renovables, alrededor de 183.000 personas que son miembros de esas cooperativas. Esto permitió que se relacionen muchas personas. Cabe destacar que los desarrollos de proyectos han sido locales, el personal, los ingenieros, además los emprendimientos tributan localmente.

Algunos ejemplos que pudimos conocer en nuestro viaje a Alemania

Comuna bioenergética Schloben y Burgerenergie saale-hozland. Son un complejo de 6 pueblos pequeños con alrededor de 1.000 habitantes. Tienen una guardería con 100 niños, una escuela inicial con 170 niños y un centro familiar para recibir personas de edad en base a trabajo voluntario. Han desarrollado un proceso largo de más de 7 años para el desarrollo de la comuna bioenergética. La cooperativa bioenergética tiene 110 miembros que son propietarios de tierras. A través de la cooperativa hicieron aportes de dinero y desarrollaron un sistema formado por planta de biogás, sistema de cogeneración con biogás y respaldo con chips de madera y fuel oil para las emergencias.

En realidad es un conjunto integrado de cooperativas que interactúan, ya que la cooperativa agrícola entrega los residuos de la producción animal (tambo) para el funcionamiento de los biodigestores. La cooperativa bioenergética con esto produce gas que distribuye por los hogares y además genera electricidad y calor. El calor se distribuye en el pueblo para calefacción. La energía eléctrica se vierte en la red que a su vez es operada por una empresa comunal.

Saerbeck. ubicada en el oeste de Alemania, con 7.000 habitantes  logró unir todos sus proyectos energéticos con un enfoque comunitario. Aunque los agricultores no están directamente involucrados se suman a la filosofía del proyecto. Hay 400 proyectos fotovoltáicos privados, plantas de biomasa y biogás, y otros donde participan como inversionistas y gestores, la cooperativa, particulares y el municipio

Energía eólica para Schlalach.  El proceso comienzó en 2002 a partir del desarrollo de la planificación regional, donde se estableció que en el área de la comunidad es factible desarrollar proyectos eólicos. Esto motivó que un grupo de ciudadanos proponga la posibilidad de desarrollar un emprendimiento eólico. Se trata de una aldea de 100 habitantes que ocupan unas 325 Ha constituidas de 219 parcelas.

Comuna energética Oberrosphe. Friedhelm Koch. El proceso de involucrar a la comunidad comenzó en 2005 y en 2007 se conformó la cooperativa. Tuvieron una cuota de capitalización de 7.000 Euros. Accedieron a préstamos y subsidios de la Unión Europea. Comenzaron siendo 115 socios y hoy son 135. En 2007 comenzaron las obras y en 2008 antes del invierno se pusieron en marcha. Es un sistema de producción de agua caliente mediante caldera alimentada con chips de madera. La madera se obtiene de residuos forestales de bosques cercanos y de los residuos de poda de la comunidad. El sistema tiene asistencia de una caldera a fuel oil para las emergencias. También implementaron una planta fotovoltáica de 125 kW. Posteriormente un privado implementó una planta de biogás y la cooperativa acordó comprarle parte del biogás para mover un grupo generador y producir electricidad y calor. La cooperativa también tiene otras iniciativas sociales como el alquiler de vehículos eléctricos y una asociación que se llama “teniendo una vida bonita en la comunidad” que desarrolla múltiples actividades sociales.

Algunas lecciones para el proceso chileno

La transición energética alemana ha tenido múltiples efectos positivos en distintos aspectos tales como medioambientales, laborales, seguridad energética, desarrollo de una industria en torno a las tecnologías de energías renovables, entre otros. Sin embargo, un aspecto muy relevante y que suele quedar afuera de los análisis, son los procesos de asociatividad que ha generado entre miembros de las comunidades, las experiencias de desarrollo económico local, la soberanía energética y en definitiva la mejoría de la calidad de vida de la ciudadanía.

Sin embargo, los últimos gobiernos de Alemania han frenado este avance, y han comenzado a eliminar ciertos incentivos como las tarifas fijas y reemplazarlos por subastas energéticas donde a los actores pequeños y las cooperativas les resulta casi imposible competir. Para la eólica hubo una regla especial para apoyar las cooperativas pero las grandes empresas fundaron cooperativas para intervenir.

Muchas veces los “técnicos” del sector energético chileno descartan una política de incentivos y subsidios a las ERNC diciendo que países líderes en la materia como Alemania y Dinamarca los están retirando. Lo que no dicen es que en la mayoría de los casos dichos incentivos y subsidios fueron fijados desde un principio por un determinado período de tiempo para propiciar la penetración de las ERNC especialmente mediante pequeños operadores, cooperativas y particulares. Hoy Alemania enfrenta el desafío de asegurar la viabilidad de las cooperativas luego de girar hacia las subastas energéticas que favorecen a los grandes operadores. Sin embargo, en Chile, así como en la mayoría de los países latinoamericanos, comenzamos al revés, y se implementaron las subastas energéticas sin incentivos y subsidios adecuados para que la ciudadanía pueda juegar un rol activo en materia de generación energética.

Por todo lo aquí expuesto, si bien es posible que Chile haya comenzado un proceso de transición energética, esta no se desarrollará de manera exitosa en el contexto actual. Se requieren políticas decididas en materia de desfosilización de la matriz energética, de masificación de la generación de energía en manos de la ciudadanía, en una decidida política de eficiencia energética y electromovilidad. El gobierno tiene la responsabilidad de planificar políticas apropiadas para alcanzar dichos objetivos, y la ciudadanía jugar un rol activo demandando los cambios y aprovechando las oportunidades para actuar asociativamente.