Día Internacional de la Mujer: de la guillotina a las balas, nada acalla las luchas por las autonomías

Han pasado 225 años desde que la feminista francesa Olimpia de Gouges escribió la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, en contraposición a uno de los documentos fundamentales de la Revolución francesa que llevaba el nombre homónimo con la salvedad de que reconocía a los hombres como sujetos de los derechos naturales, inalienables y sagrados. De Gouges acusó entonces a la Asamblea Nacional de París de haber publicado una Constitución dirigida exclusivamente a los 'hombres y los ciudadanos'.

El padre de Olimpia, preocupado por el accionar de su hija, le escribe una carta en la que le dice: “ si las personas de vuestro sexo pretenden convertirse en razonables y profundas en sus obras, ¿en qué nos convertiríamos nosotros los hombres, hoy día tan ligeros y superficiales? Adiós a la superioridad de las que nos sentimos orgullosos. Las mujeres dictarían las leyes. Esta revolución sería peligrosa…En tanto las mujeres carezcan de sentido común, serán adorables”.

Dos años después de aquella reivindicación por los derechos de las mujeres, la guillotina acabó con la vida de Olimpia.

Pareciera que nada ha cambiado desde aquel entonces, aunque por supuesto ha habido avances. Pero el patriarcado en pleno siglo XXI, sigue tan vigente como antes en su llamando a las mujeres al silencio, a ocupar el espacio privado y a combatir todo tipo de autonomía que ponga en peligro la superioridad de los varones. Recibíamos la noticia recientemente del asesinato de Berta Cáceres, la reconocida activista hondureña, defensora del medio ambiente y de su territorio. El camino de combates recorrido por mujeres como Olimpia y Berta, que en muchos casos dio como resultado violencia y muerte, sigue resistiendo a los ataques machistas.

Han pasado más de 200 años y el reclamo por el reconocimiento de los derechos fundamentales como a vivir una vida libre de violencia, a las autonomías económica y sobre los cuerpos siguen ocupando lugares centrales en la agenda feminista.

Observamos en Argentina en 2015, la inmensa movilización bajo el nombre #NiUnaMenos detonada por el asesinato de Chiara Paéz a manos de su pareja. La indignación irrumpió en el escenario político y social y se conoció que una mujer es asesinada cada 30 horas sólo por el hecho de ser mujer. En 2009, se sancionaba en el país la Ley de Protección Integral a las Mujeres, pero el gobierno de turno no la reglamentó y tampoco la dotó de presupuesto. Nada mejor parece esperarse de la administración actual en lo que respecta a los derechos de las mujeres.

En los últimos días, el país del Cono Sur volvió a estar en la prensa internacional por el asesinato de Marina y María José, dos chicas que habían llegado mochileando a Ecuador. De ellas se decía que viajaban “solas” -ningún hombre las acompañaba- y que eran “cuidadosas”, no como otras “medias locas” que andan borrachas o drogadas y por lo tanto, no se entiende cómo les puede haber pasado lo que les pasó. Como si el consumo de cualquier sustancia por parte de una mujer, o el estar “solas” habilitara a los hombres a hacer uso o abuso de sus cuerpos. Pero hay muchas más Chiaras, Marinas y María José que diariamente son violentadas y no llegan a los medios, ni al hospital, ni a la justicia.

Del otro lado de la cordillera de los Andes, en Chile, 9 mujeres fueron asesinadas a manos de hombres en lo que va de 2016. Soledad Rojas Bravo, de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, señala que “el caso de los femicidios es un problema complejo que requiere de una mayor conciencia y una real voluntad política además del compromiso social para erradicar la violencia”. La cuestión cultural es prioritaria para enfrentar las violencia machista y también para alcanzar la despenalización social del aborto.

Así vemos como en Uruguay, país que se presenta como el más progresista de la región con una legislación más avanzada sobre aborto seguro hasta las 12 semanas, sorprendió a la opinión pública con la muerte de una chica por interrumpir un embarazo no deseado en el segundo trimestre. Lilián Abracinsckas, directora de Mujer y Salud en Uruguay (MySU), denuncia que en la actualidad “siguen ocurriendo muertes evitables de mujeres por violencia basada en género y por abortos clandestinos”.

La lucha por la autonomía de los cuerpos es una constante en el escenario latinoamericano. En Chile, actualmente se está discutiendo en la Cámara de Diputados un proyecto de ley para despenalizar el aborto bajo las causales riesgo de vida de la mujer, inviabilidad del feto y violación. Chile es uno de los pocos países en el mundo en el que abortar está prohibido en toda circunstancia.

Desde Argentina, Socorristas en Red -Feministas que abortamos, reclaman al Estado que garantice el acceso al aborto seguro y gratuito. “Hoy en día, los abortos clandestinos son una de las principales causas de muerte de mujeres gestantes y es un femicidio del Estado”, por eso exigen “una ley que despenalice el aborto y que permita que las mujeres y todas las personas con capacidad de gestar puedan acceder a una interrupción del embarazo de forma segura”.

Ya clamaba en los años ´40 la reconocida intelectual francesa Simone de Beauvoir por la liberación sexual de las mujeres. Unos años después se transformó en una férrea defensora por la legalización del aborto en su país y demandaba la necesidad de una educación igualitaria para niñas y niños. De uno y otro lado del océano, y desde el pasado hasta el presente las voces de las mujeres siguen siendo silenciadas y los cuerpos avasallados.

Para las Socorristas “falta todavía poder elegir sobre la interrupción del embarazo y nuestra capacidad reproductiva, y esa es una de las principales peleas de los feminismos frente a un sistema heteropatriarcal y capitalista que se impone sobre nosotras, cada vez de formas más crudas y violentas”.

Al igual que de Beauvoir, la inglesa Mary Wollstonecraft reivindicaba a finales del 1700 por la educación igualitaria entre los sexos y la participación de las mujeres en la política. La historia vuelve a tejerse con el presente, cuando Rojas Bravo señala que “una educación de calidad no puede tener contenido sexista. Esta es una de las bases que posibilita la cadena de violencia que vivimos las mujeres”.

El derecho a decidir sobre los cuerpos, la educación igualitaria y el reclamo por la autonomía económica, son demandas que no cesan. Ya lo decía Betty Friedan, la feminista estadounidense que en los años ´60 señalaba a las mujeres “sal de la casa y encuentra un trabajo”. Aunque de Beauvoir cuestionaba que si bien la inserción de la mujer en el mercado laboral significaba un paso en la independencia económica, esta no se traducía necesariamente en un cambio en las estructuras sociales. Es decir, las mujeres logran ingresar al mundo laboral, pero se trata de un mundo hecho por y para los hombres. Por eso, planteaba que los cambios profundos requieren de una evolución colectiva en la que mujeres y hombres trabajen en conjunto.

El pasado y el presente conviven y este 8 de marzo, el llamado es a salir de las casas y ocupar las calles. Ni la guillotina sobre el cuello de Olimpia, ni el impacto de las balas sobre el cuerpo de Berta lograrán acallar las luchas pasadas, presentes y futuras por el reconocimiento de las autonomías de las mujeres y sus derechos humanos. Nuestras autonomías, nuestros derechos humanos.

Viviana Lorente, Coordinadora de Programas eje Democracia y Derechos Humanos, Fundación Heinrich Böll Cono Sur